La
nueva edad de las tinieblas está cada vez más cerca de nosotros. El fin del
mundo no llegará con catástrofes
naturales, epidemias, muerte, supersticiones religiosas…No, será de una forma
más sutil. El desarrollo frustrará su
avance en pro de la miseria y la desigualdad.
Poco a poco, caminaremos hacia la obscuridad, y los que nos dirigen por
esa senda son unos seres etéreos, sin nombre, con un poder maquiavélico que ha
conseguido mover los hilos de todos nosotros. Durante años, anestesiados por la
despreocupación, el consumo, la mentira, hemos sido sus marionetas. Ahora, mientras despertamos, convalecientes
aún de ese espejismo vivido, nos percatamos, incrédulos, que estamos atados de pies y manos. Somos unas
simples piezas de un juego que se han inventado.
Ellos
mandan. Nosotros obedecemos. No escuchamos sus voces pero acatamos sus órdenes. Introducen el miedo
en nuestra cabeza y nosotros temblamos. Sus ideas gobiernan nuestras vidas. Somos una masa informe presa de un poder
invisible.
Cuando
les apetece sacan el tablero y mueven ficha. Cada movimiento supone un
retroceso en unos derechos que creíamos consolidados. ¿Por qué? Porque son el alma de la partida, los dueños
de nuestro futuro. Se fomenta la opacidad y para ello dictan las directrices de
la información que nos debe llegar. La ignorancia es importante, evita las
reivindicaciones, la sublevación, el deseo de lucha. Nuestros movimientos son
seguidos por cámaras vigilantes. Un paso en falso y se nos condena al
ostracismo. Nos convertimos en hormigas a punto de ser pisoteadas por un ente
gigante. ¿Cuándo? Lo desconocemos pero la espada de Damocles pende sobre
nuestras cabezas permanentemente.
Los
individuos que desconocemos y que nos dominan introducen infiltrados en forma
de políticos, periodistas, economistas,sindicalistas, para generar malestar, envidia, odio, racismo, intolerancia. Mientras nos peleamos entre
nosotros, ellos se mantienen a salvo y nos bombardean con impuestos, bajadas de
sueldo, reformas laborales, privatizaciones sanitarias… Un cúmulo de ordenanzas
que tienen un mismo objetivo: aumentar la desigualdad. No desean un mundo en el
que la población aspire a conseguir las mismas condiciones. Son sólo ellos quienes pueden tenerlas. Si no hubieran creado la estafa que llamaron crisis, a
estas alturas, ellos estarían abocados al anonimato. Si todo se desarrolla como tienen previsto, la
incertidumbre, el desánimo, la pasividad serán nuestros compañeros de viaje. El
nihilismo presidirá nuestras vidas. Esos entes invisibles nos han encaminado a
una nueva edad de las tinieblas y nos han dejado perdidos en ella. Nos iremos
extinguiendo hasta que hayamos desaparecido.