domingo, 21 de octubre de 2012

PREFERENCIAS


Preferiría no recorrer espacios vacíos en mi vida.
Preferiría no ser la mayoría a la que Rajoy felicita por quedarse en casa.
Preferiría no ser tan cobarde por ir a trabajar en un día de huelga. El miedo a perder el trabajo me sobrepasa.
Preferiría no ser tan utópica.  Evidentemente, los políticos no gobiernan para el pueblo pero sí con ayuda del pueblo.
Preferiría  no preocuparme por mi familia. Sería un síntoma extraordinario de que todo va bien.
Preferiría no haber vivido lo que he vivido pero como no hay vuelta atrás preferiría no volver a recordarlo.
Preferiría no preocuparme por las labores de la casa. Las odio. ¿Por qué no existen duendes nocturnos que conviertan mis sueños en realidad y jamás tenga que volver a limpiar?
Preferiría no expulsar gritos cuando digo que canto. Mi familia no saldría volando.
Preferiría que no leas esto. Es realmente patético
Preferiría no preferir pero la vida no te da a elegir.
Preferiría no decirte adiós. 

HOMENAJE A MELVILLE

INFIDELIDAD


Es sólo un segundo. Tiempo para dejar escapar un deseo o  hacerlo realidad. Dudas, remordimientos. Su mano aprieta con fuerza el pañuelo de seda que su marido le regaló hace ya tanto…Alejandro, sin embargo,  es diferente. Siente su mirada, su cercanía. Los labios aproximándose a los suyos. Un solo beso.  Se deja llevar. El tiempo se para. Su mano deja de sujetar el pañuelo de gasa que lleva al cuello y éste cae al suelo. Abre los ojos y desconcertada constata que todo ha sido un sueño y que lo único que ha quedado de él son sus brazos sujetando con cariño un cojín ajado y descolorido. 

BUCLE


 Lloro tras el cristal.  El sudario de algodón blanco y luminoso envuelve a quién un día fue, es y será. 

CANTANDO CON MÚSICA DE AGUA


La lluvia suena a música. El día está gris  y observo como  detrás de los cristales llueve y llueve y, sin embargo,  la lluvia nunca vuelve hacia arriba, por ese motivo, siempre hay que cantar bajo la lluvia, sobre todo, si estás en Sevilla porque allí es una pura maravilla. ¿Maravilla? Lo dudo, porque veo gente correr y no estamos ni tú ni yo. Busco entre el poco espacio que dejan las gotas de lluvia y te encuentro mirándote en un espejo roto.  Lloras porque el tic-tac del reloj cambia con el sonido de las gotas y ya no hay vuelta atrás. Nos dejamos escapar. Chapoteamos en nuestros recuerdos.  Tras los cristales veo caer la lluvia que fundirá el hielo… nuestro hielo.  La lluvia suena a música.

RENACER

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El sol comienza a despuntar. El cielo se viste de rojo. El rumor de las olas da la bienvenida a la mañana. Ruth pasea desdibujando huellas de espuma. Traza un camino de ida y vuelta; de subidas y bajadas; de risas y lágrimas. Puntualmente, como todos los días, busca en el agua refugio a su soledad. De rodillas, en la orilla, se deja mecer por el baile del mar. Bañada en sal se deja caer, mansamente sobre la arena fría del amanecer. Duerme. Navega en un mar de sueños. El sol, pleno, inunda el cielo con su luz y llena de calor la vida. La playa se llena de gente pletórica de voces. Ruth ya no está. En su lugar sólo ha quedado la silueta de una mujer mojada por el tiempo.

TRANSPLANTE DE CEREBRO


ALICIA, sus pasos danzaban en la pasarela…

La mujer perfecta. Sus medidas, su pelo, su estilo. Todas las portadas de la revista son para ella. Tiene 25 años y un futuro lleno de triunfo.
Los flashes de la cámara bombardean sus ojos. Sonríe pacientemente aunque no tenga ganas. Es el precio que tiene que pagar a cambio de estar en lo más alto y conseguir su sueño. Un sueño que se está haciendo realidad pero que quiere que perdure en el tiempo. Alicia está cansada. Desde hace días tiene fuertes dolores de cabeza que la están volviendo loca pero el espectáculo debe continuar. Posa, se contonea, sonríe, posa, se contonea, sonríe…invariablemente, durante horas, al ritmo de los gritos que dan los fotógrafos reclamando su atención.
Se acabó. Llega a casa y se toma un calmante. El dolor es insoportable. Al día siguiente tiene que coger un avión que la lleve al otro lado del mundo y necesita descansar para estar impecable cuando suene el despertador. Apaga el teléfono móvil y se tumba en la cama dispuesta a dormir. Siente que su cabeza está a punto de explotar.
Alicia, esta vez, es noticia no sólo en las revistas, también lo es en los periódicos y televisiones. La más famosa de las modelos españolas ha sido encontrada gravemente enferma en su casa. La alarma saltó cuando su agente se preocupó al no presentarse en el aeropuerto y no contestar el teléfono. En un principio, se especulaba con una posible sobredosis pero se desmintió de inmediato. Los médicos hablan de un posible derrame cerebral que la mantiene en coma luchando entre la vida y la muerte.

MARÍA, su agonía dormía en la cama…
María tiene 27 años y mira envidiosa la última revista de moda. Siempre ha soñado con tener el cuerpo escultural que lucen todas esas modelos, sin embargo, es bajita y se siente gorda, muy gorda, tremendamente gorda. Sensaciones que juegan con el abismo. Su cuerpo manda y tiene a María postrada en una cama de hospital. Los médicos, los psiquiatras han hablado con ella y han dado su diagnóstico: se morirá si continúa maltratándose, si continúa vomitando convulsivamente, si continúa ayunando día tras día.
Ella no les hace caso. Son unos mentirosos. Simplemente la quieren convencer para que coma, para que se hinche como un globo y explote. Además, si eso que dicen fuera verdad, preferiría morir antes que vivir dándose asco cada vez que se mira al espejo.
Deja la revista a un lado de la cama y contempla sus manos y sus piernas. ¡Qué asco! Las mueve compulsivamente. Cuanto más ejercicio haga, más calorías consume. No puede estar todo el día tumbada porque va a engordar. Se mueve cada vez más deprisa porque con cada uno de los movimientos un gramo de grasa se escapa de su cuerpo.
Una enfermera entra a la habitación y pide que se pare. María no escucha y se mueve mucho más deprisa. La enfermera vuelve a regañarla pero María ya no puede parar y prosigue de forma contumaz. Ha perdido el control. Empieza a pegarse, a arañarse, a abofetearse, grita, llora. El exorcismo que se ha apoderado de ella siempre queda vencido por las cuerdas que la atan a la cama. Sus lágrimas siguen empapando ese cuerpo del que quiere salir y al que odia tanto
ANDRÉS
Tres plantas más arriba de la habitación de María  está ubicada la unidad especializada en trastornos de la alimentación.
Los médicos y psiquiatras encargados de esta área de la salud están reunidos. Analizan la evolución de los pacientes que están ingresados. De entre todos, el estado de María es el que más les preocupa. Se sienten impotentes porque sienten que ya no pueden hacer nada más por ella. Andrés, un médico joven les escucha. Lleva poco tiempo en este hospital ya que está recién llegado de Estados Unidos. Trae ideas innovadoras aunque no muy bien vistas por los demás. Lleva años estudiando la posibilidad de transplantar el cerebro de una persona con trastorno de alimentación en un cuerpo perfecto. Quiere investigar como sería la reacción del enfermo cuando consiga pertenecer al cuerpo que tiene idealizado. Sería un experimento interesante. Un salto cualitativo en el avance científico. La ética queda desbancada por la ciencia.
Andrés explica a los demás lo que ha estado elucubrando en las últimas semanas. Ha averiguado que una modelo está ingresada en cuidados intensivos y, por lo que le han comentado sus colegas, a punto de morir. Podía ser perfecta para María. Las dos mujeres están es fase terminal pero una de ellas puede seguir viva y, evidentemente, él ha elegido quién podría ser. En la sala se hace el silencio. Todos piensan que es una locura y una barbaridad pero, por otra parte, la idea de formar parte en un experimento de estas características  sería gratificante, algo por lo que su carrera se reforzaría… ¿Qué hacer?...El silencio se rompe con el sonido del teléfono móvil de Andrés. Le acaban de notificar que Alicia, la modelo,  ha entrado en muerte cerebral. Es ahora o nunca, dice a los demás. La decisión es unánime. Sólo necesitan la conformidad del director del hospital y, naturalmente, convencer a María.
TRANSPLANTE
Andrés sonríe. Su loca idea se hará realidad. Triunfará. María llora de alegría
Tumbada en la camilla, camino del quirófano siente que, por fin, se va a liberar de su cuerpo repulsivo. Cuando despierte será ella y será otra. Será la chica que provocaba su envidia. Sí, morirá para los demás pero ella se siente feliz. Todo su esfuerzo ha valido la pena.
La operación dura más de 24 horas. Varios equipos médicos se han turnado para ejecutar con precisión esta operación. Todo se ha realizado en el más estricto de los secretos. La sociedad aún no debe saber nada. Es un simple experimento. ¿Habrá valido la pena? El tiempo lo dirá y, si todo va bien, será entonces cuando sepan de su proeza médica.
María abre los ojos. No sabe si ha estado soñando o si en realidad es cierto que ya no está embutida en un trozo de salchichón. Mira alrededor y está llena de tubos. Levanta con dificultad los brazos y, los mira fijamente. Comprueba, entonces, que no es un sueño; esos no son los suyos, son totalmente diferentes, largos, delgados…delgados…delgados…
Andrés no descansa. Desde el día del transplante está pendiente de la evolución de su paciente. Los últimos meses se ha centrado en prepararla psicológicamente para que el día que se enfrente al espejo reaccione de manera adecuada. No reconocerá su rostro ni su cuerpo, sin embargo, su cerebro es el mismo.
María está inquieta. Ha llegado su gran día. El espejo muestra a una mujer perfecta cuyas medidas son 90-60-90. No percibe ni un gramo de celulitis, ninguna estría que dibuje de líneas blancas su vientre plano, no hay un atisbo de flaccidez, toda su piel es firme. Posa, se mira, se contonea…
Su sueño se ha hecho realidad. No importa lo confusa que se encuentre al no reconocerse. Su sueño se ha hecho realidad. No importa que las personas que se acerquen a ella sean unas completas desconocidas aduladoras. Su sueño se ha hecho realidad. No importa que se sienta terriblemente sola, sin su familia, sin sus amigos. Todos la creen muerta.
Su sueño se ha hecho realidad.

DIAGNÓSTICO
Ha transcurrido un año desde la operación. Andrés sigue pendiente de la evolución de María, de su experimento.
Los periódicos, las televisiones, las revistas se hacen eco de la milagrosa recuperación de Alicia y muestran su imagen radiante. Su agente anuncia a bombo y platillo que muy pronto volverá a las pasarelas, aunque en su fuero interno no lo cree probable. Alicia ya no es la misma. Siente que una parte de ella se ha quedado perdida en la habitación del hospital. Los médicos continuamente le tranquilizan y niegan que haya sufrido daños cerebrales.Sólo le piden tiempo y paciencia. Sin embargo, a medida que transcurren los días él percibe que Alicia se aleja de su lado y eso le entristece. Al fin y al cabo, no sólo ha sido su agente, también ha sido su única familia. Ella se quedó huérfana cuando su carrera empezaba a despuntar y él la acogió como si de una hija suya se tratara. Sin embargo, ella parece no reconocerle y le trata con indiferencia y hasta con desprecio. Se mantendrá a su lado cuidándola desde la distancia.
 María, por su parte, no está contenta. No sabe quién es. Bueno, sí lo sabe. Es María con el cuerpo de Alicia. El sueño que se hizo realidad fue sólo eso: un sueño. Ha vuelto a despertar y no quiere enfrentarse al espejo. Se odia. En un año ha perdido toda su belleza. Se siente gorda, ha vuelto a vomitar, a ayunar, a maltratarse. No quiere enfrentarse al espejo. No quiere.
 Andrés escribe en su cuaderno de notas: Recaída. Era lo que él suponía que iba a pasar. La anorexia ha vuelto con más fuerza que nunca. El cerebro continúa enfermo. Realiza de manera sistemática análisis funcionales que le permiten averiguar los motivos que han provocado que el trastorno esté de nuevo presente en la mente de María. Las circunstancias son siempre las mismas; enfrentamientos con otras personas que no consigue cerrar y que la hacen sentir rabiosa y triste. Comportamientos poco asertivos que no sabe resolver y que la hacen sentir torpe, estúpida e inútil. Todos esos sentimientos los canaliza utilizando la comida. En este terreno sí se siente fuerte, inteligente, domina la situación, controla lo que hace y se sabe superior a los demás mediante el continúo engaño.
Andrés diagnóstica que a María alguién le robó la infancia y ella no pudo hacer nada. Todo comenzó cuando un loco violó su inocencia y ella no pudo hacer nada. Todo comenzó cuando los insultos formaban parte de su día a día y ella no pudo hacer nada. Entonces fue cuando toda ella engordó de rabia, odio, tristeza, impotencia y transformó su vida en muerte.
SUEÑOS María agoniza en la cama
Su cerebro tiene sobrepeso y ella no puede con él. La plenitud duró unos instantes y ahora el odio, el dolor, la rabia vuelven a su mente y los tiene que volver a expulsar con los vómitos de colores que ella se inventa. Enfadada porque no le ha salido el arco iris deseado, se araña brazos y cara hasta que su piel se cubre de color rojo. Sintiéndose sucia y pegajosa decide limpiarse y para ello deja de comer. Toda ella queda blanca, impoluta, limpia de impurezas hasta que el dolor, el odio, la rabia regresan a su mente y todo comienza de nuevo…un bucle tras otro, un bucle tras otro.
María pesa treinta kilos.
 María cierra los ojos mientras sus pasos danzan en una pasarela.

 Andrés certifica la muerte de María y acaba su informe con las siguientes palabras: el experimento acaba con éxito. El resultado ha sido el que yo supuse: la muerte.

 Las portadas de las revistas sacan en portada la foto de Alicia contoneándose, posando, sonriendo…con un adiós como punto y final.

Este relato está dedicado a la Dra, Elena Gutiérrez que me ayuda a salir del abismo de la imperfecta perfección.






LA VENTANILLA


Me llamó la atención su canción con acento infantil. Su cara estaba apoyada en el cristal y su reflejo  dejaba ver unos grandes ojos que observaban el paisaje que la velocidad dejaba ver.  El túnel obscureció el cielo pero no separó la cara del cristal. Al llegar a la estación, la mano de su madre le señaló el camino a la salida. Le observé. Era ciego. La canción con acento infantil seguía escuchándose entre el deambular de la gente que ocultó al niño


EPÍSTOLA DEL ENFADO


 
Querido  amigo:
 Como decía Voltaire, “La vida es un círculo de dolores”… y eso lo pensó sin saber lo que nos venía encima en el siglo XXI.  Nos duele todo.  Mi madre dice que está para tirarse al cubo de la basura…no sé si eso será posible por las dimensiones del cubo pero así y todo… tendría posibilidades porque todo lo que nos rodea se está convirtiendo en un vertedero. ¿Quién está transformando nuestra vida en una dolorosa?  El invisible mercado que nos ajusta el cinturón.  Nos aprieta con tal virulencia que los dolores que sufrimos son espantosos.  Nuestro bolsillo se queja sin cesar. Antes estaba medianamente lleno pero ahora…se encuentra solo y sin un céntimo.  Llora por los rincones pidiendo alguna moneda que le sirva de compañía pero el pobre no sabe que nuestro gobernante nos ha dicho que nos tenemos que sacrificar con unos pocos euros para que podamos solucionar esta situación crítica de la economía.
¿Te das cuenta lo importantes que nos hacen sentir?  Somos la salvación y ellos, solamente, nuestros tutores. Nos mandan, dirigen, ajustan… ¡qué felicidad!  Los dolores de cabeza que sufro no son importantes. Los aguanto estoicamente sin medicamentos o pagándolos más caros…hay que salvar la sanidad.  ¿Qué me he roto el fémur? ¡Yo voy a trabajar!  Nueve días tengo como plazo para curarme, de lo contrario mi pobre empresa me tiene que echar porque soy un irresponsable y ellos no pueden seguir adelante. Adelante, sí, aunque si miramos hacia atrás, nuestra vida estaba  repleta  de hipotecas ofrecidas por los bancos con mucha gentileza, para llenar nuestra vida de lujos…casas, coches, placer….pero  ¿qué pasó?, el  boom del que tanto se hablaba estalló y todo quedó en ruinas y nosotros arruinados. Aunque, amigo mío, también decía Voltaire que “la vida es un juego de azar”. Hoy nos toca perder, ayer nos tocó ganar. Sin embargo, a ellos, a los invisibles, el azar siempre les favorece.
El poder, gracias a nuestros votos, toma decisiones siempre pensando en nuestro bien. Por esta razón se enfadan cuando nos manifestamos. No, no está bien reunirse para criticarlos, alzar la voz para decir lo que se piensa. Si ejercemos ese pataleo no vivimos la democracia plenamente.  ¡Qué ignorantes somos!  Únicamente, es sensato reunirse y provocar algarabías en la calle cuando un equipo de fútbol consigue algún triunfo. En estos casos,  nuestros amos no se molestan. Les gusta que estemos entretenidos con esas grandes cosas mientras ellos piensan en cómo eliminar otras que, no nos van a llevar a ninguna parte. ¿Qué te diga un ejemplo?  Espera que piense… ¡Ya lo tengo! Mi hijo ya no podrá ir a la universidad porque la matrícula es tan elevada que no se la puedo pagar.  Si estudia puede criticar y eso no está bien, no señor, es mejor que se entusiasme con otros asuntos que le emboten la cabeza y pueda seguir con más facilidad las directrices que ellos, los de arriba, marcan.
Amigo mío, estas son las circunstancias en las que vivo en la actualidad. No hago más que dar gracias por ser un sumiso ciudadano que no grita y vocifera lo que quiere gritar y vociferar y calla con un silencio que le ahoga y asfixia..
La despedida se acerca  y lo haré como comencé, con una frase de aquel filósofo francés que me está sirviendo como referencia en esta carta: Voltaire. Quizás sea este pensamiento el que me hace congraciarme con la vida. Es el siguiente “Y el rico y el pobre, el débil y el fuerte sufren igual los dolores de la muerte”
¿Estás de acuerdo con él, amigo mío? 
Mi más sincero enfado



UN HOMBRE BUENO


    
Estaban enterrando a un hombre bueno. El mejor de los maridos. Cariñoso, simpático, comprometido.  A lo largo de su vida vivió inmerso en una mentira y se la hizo creer a todos los que le rodeaban. Ella siempre supo la verdad. Cuando quiso contarla los demás la tacharon de malvada y desagradecida.  Siempre vivió con las marcas que las manos de ese egoísta, ese monstruo, ese loco lleno de maldad, había dejado en su piel.  La verdad quedó cubierta con la tierra que enterraba a un hombre bueno. 

HISTORIA DE TORMENTAS


 
ORIGEN
Thor, hijo de Odín, con su martillo Mjolnir en la mano vocifera: ¡Rayos y truenos, venid! Necesito gritar y vosotros me podéis ayudar. Buscad a la lluvia, al granizo, al viento huracanado.  Avisad a las aves mensajeras. Deben transmitir que la gran tormenta ha de venir. Los animales del bosque, los duendes, hadas y gnomos tendrán que refugiarse. Una gota de lluvia podría matarles… ¡A propósito! ¡Miedo! ¿Dónde estás? Hoy más que nunca, tu poder debes mostrar.  Tus fieras garras tienes que desplegar para que grandes y pequeños no puedan olvidar… La tormenta ha de comenzar…el universo entero tenéis que atravesar…
Preparados, listos, ya...

VENGANZA
Ella tiene 5 años. Está asustada. Le dan mucho miedo las tormentas.  Está escuchando como la fuerza de los truenos hace vibrar los cristales. Llora. Su tío la llama. La cobija entre sus brazos. La susurra palabras tiernas para que pierda el miedo. Siente como las manos de aquel hombre le quitan la ropa y la tocan ensuciando su cuerpo limpio. Mientras, fuera, la tormenta continúa. Ella llora. Él sigue besándola, escupiendo saliva, hundiéndola en el abismo.
Ella tiene 12 años. Está asustada. Le dan mucho miedo las tormentas. Está escuchando como la fuerza de los truenos hace vibrar los cristales. Llora. Su tío la llama. Ella va a la cocina. Coge un cuchillo. Va al dormitorio. Él la espera con los brazos abiertos y con el pene erecto. Se estrecha entre sus brazos y le clava el cuchillo, una, dos, tres, cuatro veces  en la espalda.  Todo está lleno de sangre. La tormenta continúa. Silvia ya no tiene miedo. Sale a la calle y corre dejándose empapar por la lluvia.

EL DIARIO
Madrid a 7 de Julio de 1987
Estoy sola. El cielo está nublado y el aire parece estar saliendo de su más recóndito refugio. Parece que lloverá. El primer trueno está empezando a tocar la sinfonía de una tormenta de verano. Tormenta de verano que empieza a ser compañera inseparable de las tardes estivales de este mes de Julio. La voz de mi abuelo se escucha allá abajo. Viejos acordes que han visto muchos días de lluvia. Me asomó a la ventana y le veo cómo se levanta de aquel banco desde donde observa el paso de la vida que a él se le escapa. Ayudado por su bastón camina hacía su casa buscando refugio de la lluvia que poco a poco va cayendo.
Dejo de mirar entre los barrotes de mi ventana. Me tumbo en la cama  y comienzo a contar las gotas que sonoramente caen en el tejado metálico que cubre el edifico. Composición de una música que moja la tierra desde el principio de los tiempos. Tiempos invisibles que existían sin los que ahora estamos y que seguirán presentes cuando nosotros nos hayamos ido.
Hoy, más que nunca, los rayos y truenos acompañan el verano de mi adolescencia. 

OLORES
La tormenta ha pasado y en su camino ha dejado un olor a tierra mojada.  Abro la ventana y respiro profundamente y me envuelvo en recuerdos. Carcajadas y alegría, lágrimas y gritos. Todos tienen la  fuerza de cerrar las puertas que dejan asomar imágenes de mi pasado, vivencias que se desvanecen como si nunca hubieran estado amarradas a mi corazón, nudos de cuerdas que desatan todo aquello que comprime mis miembros.  La lluvia desgrana recuerdos, aquellos que rememoran la felicidad que perdí en el camino, aquel que quise vivir y no pude y que quiero tener  y no poseo. El cielo está limpio de nubes y lleno de vida pero temo que la tormenta se ha quedado en mi interior  y mi cuerpo se bambolea al ritmo de su fuerza.

LA CALMA ATORMENTADA
El olor a húmedo, a tierra mojada impregna mi piel y me hace volver a  un pasado que pellizca y duele .La calma ha vuelto. La tormenta se aleja y con ella los gritos que me ha susurrado. 


LA FOTOGRAFIA


Si murmurar la verdad, aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes. (Benavente)
 
 Irene estaba sola en casa y era el mejor momento para comprobar lo que su amiga, por decir algo,  le había comentado en el instituto sobre su madre:
- Irene, es verdad, te lo prometo, lo estaban hablando hoy mis padres. Han subido una foto de tu madre en youtube.
- Bueno, ¿y qué?
- ¿Y qué? Chica, pareces tonta, si es verdad lo que sale en esa foto, tienes a tu madre cogida por el cuello. No le quedará otra que dejarte ir con nosotras este fin de semana a la discoteca en Madrid. Tienes una oportunidad de oro.
-Pero, ¿estás loca  ¿ chantaje a mi madre?...Además, seguro que es mentira. ¿Qué se ve en la foto? ¿Quién la ha subido?
- Cuando no te quieres enterar, lo haces muy bien. Ya te lo he dicho. Mi padre estaba contando que un compañero suyo se encontró a tu madre y a su jefe muy acaramelados en el Retiro. Este chico aprovechó y les sacó una foto con su móvil. Quería venganza. Por lo visto, el jefe de tu madre, hacía poco que había echado de la oficina, sin motivos aparentes, a un amigo  suyo. Quiere que todo el mundo sepa que este tipo es un cerdo. Además, hija, según mi padre, simplemente verificó en imágenes lo que en el trabajo era  "vox populi": tu madre y su jefe llevan enrollados un montón de tiempo.
- Claudia, ¿por qué eres tan cruel? Estamos hablando de mi madre, que no se te olvide.
-Perdona, llevas meses diciendo que no aguantas a tu madre. Que nunca está en casa, que prefiere estar más tiempo en el trabajo que contigo y con tu padre. Pues chica, parece ser que el curro no es lo que más interesa a tu mamá.
-Eres una hija de….
- No bonita, la hija de…eres tú. Chao, me voy, y no olvides mirar esa foto. Nos vemos este finde en la discoteca.

         No quería hacerlo, sin embargo, la curiosidad, la rabia, la hizo teclear las palabras mágicas que hicieran aparecer ante ella la fotografía dichosa.
Ahí estaba. Desde luego, era su madre. Aparecía dando un abrazo a ese hombre que ella no conocía pero que tantas veces había incordiado por teléfono. Desde su fuero interno siempre le había odiado porque era el culpable de su tristeza. Su padre y ella siempre estaban solos y, encima, estúpidos los dos, compareciendo a mamá por la cantidad de trabajo que tenía. ¡Menudo trabajo! No, no la haría chantaje. No deseaba en absoluto ir a la discoteca y menos, con ese nido de víboras que creía eran sus amigas. No. Se lo diría a su padre. ¡Se había estado riendo de los dos! Para colmo, estaban en boca de todo el pueblo. Ahora comprendía las sonrisitas que salían de los labios de aquellos cotillas cuando pasaba por su lado. ¡Pobre papá!
Rabiosa, tiró todo lo que se encontraba a su paso y, cuando ya no tuvo más que romper, se tumbó en la cama y estalló en un llanto triste y continúo hasta quedarse dormida. Mientras, la fotografía de los amantes en el parque, quedaba fija en la pantalla del ordenador.
Cuando despertó, unos ojos la observaban. Era su padre. Estaba pálido. Por supuesto, había visto la imagen que la pantalla mostraba. No había nada que decir.  Los dos se cogieron de las manos acompañados de un silencio triste.
-Irene, no te preocupes de nada. Yo hablaré con tu madre y verás como todo tiene una explicación.
-¿Qué va a explicar? - gritó, despertando de su letargo- ¿Qué nos engaña? ¿Qué le importamos una mierda?
- Irene, por favor, tranquila
-¿Tranquila? , no te entiendo, ¿es que acaso no sientes la humillación? ¡No te quiere! ¡No te quiere!
-¡Irene! ¡Las cosas hay que hablarlas! ¡Puede ser un malentendido!
- ¡Un malentendido!, ¡Ja! ¡Es una golfa!
- ¡Irene!, ¡no permito que hables así de tu madre!. ¡Nunca!
- ¡No te entiendo! Llevan razón los que dicen que eres un calzonazos.
Juan, no pudo pensar y acercándose a su hija la abofeteó. El silencio fue hondo y oscuro y sólo se rompió con el sonido de la puerta abriéndose.
-¡Hola chicos!, ¿dónde estáis? María  venía contenta. Por fin, le habían concedido el traslado. Llevaba meses pidiéndoselo a Luis, su jefe, su amigo. No podía más. Quería estar más tiempo con su familia. Hace dos días la invitó a comer en el Retiro y allí le dio la buena nueva.
- María, con todo el dolor de mi corazón prescindo de tus servicios. Te concedo el traslado. A partir del lunes comienzas a trabajar en Marketing, de 8 de la mañana a 3 de la tarde y fines de semana libres. ¿Estás contenta?
- ¿De verdad?
- Para mi desgracia sí. Te echaré de menos. Eres una buena profesional por no decir que mejor amiga.
 No pudo más que abrazarlo. Un abrazo lleno de cariño y agradecimiento.
No le había dicho nada a los suyos. Quería darles una sorpresa y, que mejor, que hoy, último día de la semana. Se irían a celebrarlo al restaurante preferido de Irene e, incluso, había pensado dejarla ir a la discoteca este fin de semana. Juan y ella se quedarían solos y... ¡noche romántica! Empezaba una vida nueva para los tres. Subió las escaleras dispuesta a darles la noticia y lo que se encontró, a modo de bienvenida, fue con una fotografía fija en la pantalla del ordenador.

Dedicado a ti. Tú sabes lo que es una mentira.

PROVISIONAL


 
Llevaba mucho tiempo sin fuerzas, apática, extremadamente cansada, hasta que finalmente, aceptó el consejo de sus amigos y fue al médico para que le hicieran un reconocimiento exhaustivo.  El sobre que tiene entre las manos guarda los resultados que no quiere leer. Ya  no hace falta. Su médico no ha podido ser más sincero con ella:
- La enfermedad está en un proceso avanzado. Es imposible detener su evolución. Es demasiado tarde. 
- Pero, ¿estás completamente seguro?  ¡debe ser un error! Quizás tendrías que repetirme  las pruebas para cerciorarte.  Realmente, ¡yo no me encuentro mal, simplemente, me siento agotada pero…ni remotamente se me ha pasado por la cabeza pensar  que estos síntomas escondían. ....
- Desgraciadamente, los resultados no dan lugar a dudas. Esta enfermedad, a diferencias de otras, no da la cara. A veces, podemos cogerla a  tiempo pero en este caso…
-Ya, no insistas -le cortó Violeta secamente- ¿Cuánto tiempo me queda?
- De dos a tres meses, puede que un poco más
- Ya. ¡Qué relativo es el tiempo!  ¿ verdad?  Dos o tres meses…
Tras un silencio intenso, el Dr. Azcárate la tomó de la mano y mirándola a los ojos le dijo:
- Haré todo lo que esté en mi mano para que todo vaya bien.  Sabes que puedes  contar conmigo en cualquier momento. Te haré un seguimiento continúo y, además, habrás  de llevar un tratamiento adecuado que te ayude a paliar el dolor que puedas llegar a tener.  
- Entiende que tus palabras no son ningún consuelo.
- Lo sé. Pero…
- Bueno, -le volvió a cortar secamente- la semana que viene nos vemos.
Violeta  se levantó deprisa huyendo de aquellas palabras, de aquella sentencia que la condenaba  mortalmente.
-¿No quieres hablar? ¿Te encuentras bien?
- No, no quiero hablar, y doctor, tú mismo me acabas de decir que me voy a morir por lo que bien, bien, no se puede decir que esté- respondió irónica.
- De acuerdo, pero permite que te acompañe hasta la puerta.
- Gracias.
El doctor observó como se alejaba por el pasillo. Después de tantos años de experiencia profesional, nunca se acostumbraba a estas situaciones que rompen el esquema establecido en la medicina: salvar vidas.  En estos casos, todas sus fuerzas las tenía que utilizar para estar con el paciente y alentarlo ya que era la única medicina que podía recetar.  Cerró la puerta y suspiró.
Violeta salió a la calle y respiró profundamente. Hacía un día primaveral. Primaveral…susurró. Decidió disfrutar del día y caminó desde Alonso Martínez, hasta Colón, para bajar luego por el paseo de Recoletos y convertir uno de sus deseos en realidad: entrar en el Café Gijón. Siempre lo había querido hacer pero el maldito dinero le había parado los pies más de una vez. Tenía la sensación que era un sitio demasiado caro y siempre se había quedado con las ganas de pasar unas horas en una de las mesas situadas al lado de los ventanales que miran a la ciudad. Ahora, en este momento, daba lo mismo. Pidió un café y una tarta de manzana. La dieta permanente que había llevado había pasado a la historia. Total, dentro de unos meses, estaría en los huesos.  Sonrió ante su propia ocurrencia. ¡Dios! Estaba haciendo bromas con su propia muerte. Tendría que mirarla cara a cara. Ella, la eterna acobardada  sería fuerte por primera y última vez en la vida.
Mientras se deleitaba con el sabor de la tarta, miraba pasar a la gente que transitaba llena de vida, sin saber que ella estaba allí, iniciando la despedida. Al menos, se dijo, tenía la suerte de hacerlo. A otros, les pilla tan de sorpresa que dejan las cosas a medias y eso a ella nunca le ha gustado. De pronto, se acordó de una película que había visto hacía tiempo… ¿cómo se llamaba?...era de Isabel Coixet. La protagonista se encuentra en su misma situación: le queda poco tiempo para morirse y decide escribir en un cuaderno las cosas que le gustaría hacer antes de hacerlo… ¡Ya me acuerdo!, se titulaba, La vida sin mí...La vida sin mí, la vida sin mí….Las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos.  Dos meses o tres y la vida seguirá sin mí. Llegará el verano y las playas se llenarán de gente riendo, más tarde, la navidad con sus villancicos, y todo seguirá mientras yo estaré inmersa en la oscuridad que habitaba mis días antes de nacer.
Movió la cabeza de un lado a otro intentando desterrar esos pensamientos dañinos y pensó en hacer lo mismo que la chica de la película. Sacó de su bolso una libreta que siempre llevaba consigo . Tomó su bolígrafo negro y comenzó a escribir:
1. Notario. Sí, eso era lo prioritario. Mañana mismo pido una cita. . No es que tenga muchas posesiones  pero tengo que dejar las cosas arregladas.  No quiero crear problemas póstumos.
2. Iré a trabajar un par de días y luego me daré de baja. En mi fuero interno quiero despedirme de la gente de la oficina.  Quizás, incluso, suelte alguna que otra contestación que tengo guardada en mi interior desde hace años. Eso sí, no pienso decirles que me voy a morir.
3. Preparar mi entierro y funeral. Voy a dejar un documento con todos los papeles en regla y con mis últimos deseos. Quiero que suene mi música preferida que yo prepararé en estos días. No quiero flores, no quiero curas que se acerquen a mí. Quién quiera que rece pero, no deseo misas fúnebres.  Quiero que me incineren y esparzan mis cenizas por un acantilado del norte de España. Aquel en el que fui tan feliz. Aquel en el que el color verde y el azul se mezclan para llenar el paisaje de vida. Quiero reposar en paz.
3. El mar. Tengo que ir a verlo por última vez. Tengo que sentir su sal en mi cuerpo, su sabor en mi boca. Escuchar su rumor continuo queriéndome decir adiós. Sentarme en la arena y observar su ir y venir eterno. Admirar su amanecer, su atardecer.  Vivirlo.
4. Disfrutar de mi hijo, de mi marido, de mi familia. Despedirme de ellos poco a poco. Será a los únicos a los que diga la verdad..
5. Decir a mis amigos lo mucho que les quiero. Tomar un café y disfrutar de los últimos momentos de risas con ellos. No, tampoco a ellos les diré nada.  ¿Para qué? Quizás una simple mirada lo diga todo.
6. Cumplir un sueño que me busca desde mi adulta juventud. Me da igual lo que piensen los demás por hacerlo. Él lo entenderá.
7. Vivir intensamente. Intensamente, intensamente….
Violeta, dejó de escribir y miró a su alrededor. Estaba tranquila. Escuchaba el hilo musical. Sonaba  el Gymnopédie  para  piano de  Erik Satie, curiosamente, uno de sus preferidos.  El sol entraba por los ventanales y dibujaba sombras de arcoíris encima  de la mesa  donde reposaban sus últimos deseos. ¡Qué absurdas somos las personas!-pensaba-  mientras vivimos estamos muertos y cuando sabemos que nos morimos empezamos a vivir. ¿Por qué no he hecho parte de estas cosas mientras me encontraba sana? ¿Qué hubiera importado si alguien a los que hubiera contestado se enfadara conmigo? ¿Por qué no me he dado el gusto de comer, más a menudo, todo lo que me gustaba? ¡Por un maldito cuerpo perfecto que no lo es tanto! ¿Por qué no he dado los abrazos y besos que he deseado dar? ¿Por vergüenza, por una falsa moral?  Preocupada por el que dirán, que pensarán…tiempo perdido que no he de recuperar, ¿o sí?...apuntaré esto también
8.  Decir a todos que hagan lo que desean, lo que sueñan. Disfrutar de las cosas pequeñas, como estoy haciendo ahora yo.
9. No tener miedo, no tener miedo, no tener miedo
Cerró el cuaderno y pidió al camarero la cuenta.  Pagó y salió del Café Gijón con más ganas de vivir que nunca. Caminó resuelta  hasta confundirse con otras personas. 
Tiempo después, jamás se la volvió a ver.

REUNIÓN DE VECINOS


 
            Permitan que me presente, soy Lucía y llevo viviendo en este lugar unos cuantos años. Yo no quería mudarme pero las circunstancias así lo quisieron. Antes vivía en el centro de la ciudad, rodeada de vida, de ruido. ¡Cuánto echo de menos el sol! Mi antiguo piso se llenaba de luz desde primera hora de la mañana hasta última hora de la tarde y, sin embargo, en el que vivo ahora es oscuro y húmedo y, sobre todo, estrecho, sumamente estrecho …¡cuántas vueltas da la vida!  Sin embargo, a pesar de estas incomodidades me siento muy acompañada por mis vecinos.  Nos hemos convertido en una auténtica familia. Todos los días, a la misma hora, nos reunimos y charlamos. Aunque parezca increíble no existen controversias entre nosotros. 
La vivienda tiene tres plantas y los pisos están distribuidos de manera lineal, como las antiguas corralas madrileñas.  Mi casa está en la segunda planta y a mi derecha vive Leonor. Tiene 85 años. Es una viejita encantadora. Como casi  todos nosotros vive sola pero tiene un hijo al que echa mucho de menos.  Tanto, que es casi su único tema de conversación.  Su  gran preocupación es si podrá seguir adelante sin ella. ¡Claro que sí, Leonor!, decimos todos a la vez. ¿Cuántos años tiene?  40.  ¡Con 40 me comía yo el mundo y de lo que menos me acordaba es de mi madre!, dice con sorna Emilio, el vecino de mi izquierda. ¡Emilio!, dice Leonor, tú en tu juventud tuviste que ser un canalla…se te nota a la legua…y nos reímos todos, porque la verdad, es que no le falta razón.  Emilio tiene 65 años y siempre va vestido como un dandi. Pertenecía al mundo de la farándula por lo que siempre tiene alguna anécdota que contar. Chismes del mundo del espectáculo, sus amoríos  con Concha Velasco o con  Bárbara Rey. Yo siempre era “el extra protagonista”, nos matiza socarronamente. ¡Mira que eres cuentista Emilio!, le digo `pero él siempre me contesta...¡de eso nada monada!.  Rosa nos mira risueña.  Sus 40 años tienen la mirada triste y perdida. En todas nuestras  reuniones siempre permanecía en silencio hasta que un día se desahogó entre lágrimas.  Su marido la había pegado desde el día que se casaron pero la violencia fue en aumento a raíz de tener a su hijo. Siempre, nos contó, tenía magulladuras por todo el cuerpo, huesos rotos, moratones, hasta que una noche, después de una pelea horrible, todo acabó. Cogió a su niño de tres años  huyó, huyó lejos para vivir en paz aunque triste. Ahora, rezuma tranquilidad. El  niño es una preciosidad. Todos estamos encantados con él. Tiene cuatro años y siempre está enredando… ¡Juan no molestes!, le increpa Rosa- ¡no le regañes, mujer!, el chico quiere jugar. ¡La pena es que no haya más críos en este edificio!  ¡Si tuviera aquí a los míos se lo pasaría en grande! ¿Os he dicho que tengo dos niños? –Sí, Kevin… ¡vaya disculpad que sea tan pesado! …¡Cuéntanos algo de ellos! Le anima Rosa…y nos  relata historias infantiles que a todos nos enternecen. Kevin es peruano y tiene 30 años. Antes de venirse a España vivía en Oyataitambo, un pueblecito cercano a Cusco.
 A pesar del turismo, que cada día iba en aumento, su familia no tenía dinero.  Sus hijos, tras salir del colegio, caminaban por las calles del pueblo conminando a los extranjeros a comprarles divertidas marionetas de dedo hechas por su mujer.  A los turistas  les hacía gracia los niños y siempre venían a casa con 4 ó 5 soles. Él se avergonzaba de esta situación y no quería que mendigaran más por lo que decidió venir a España a trabajar.  Era un buen albañil y enseguida encontró empleo pero, la mala suerte, quiso cebarse con él y un día se cayó del andamio. No tenía papeles y sus jefes, para no meterse en follones, le dejaron en la puerta del hospital. ¡Menos mal que la solidaridad de mis compañeros propició que pueda estar bajo techo!  Si no hubiera sido así  ¿dónde habrían acabado mis huesos? Calla y sus ojos miran hacía el infinito... El silencio siempre se rompe con nuestros ánimos.  -¡Kevin, seguro que dentro de nada vuelves a ver a tu familia! ¡Ya queda menos! ¡Esto en mis tiempos no pasaba! –grita colérico Leocadio el vecino más antiguo de la vivienda. Tiene 90 años y es un poco cascarrabias. ¡Para esto he vivido yo una guerra! ¡No se puede permitir tanta necedad! Y,  seguidamente, en posición de firme, recuerda sus años como militar al servicio del generalísimo. Cuando acaban nuestras reuniones se va a casa taciturno y enfadado pero, al día siguiente, es el primero que nos está esperando para entablar conversación pero hoy no estará.
Esta mañana, a primera hora, hemos escuchado sonidos violentos. Aporreaban la vivienda de Leocadio. Uno, dos, tres y el nicho se abre. Golpes que nos han despertado de nuestro letargo y que nos han hecho comprender que a nuestro amigo le estaban exhumando. Todos estábamos tensos. ¿Qué podíamos hacer? Hoy más que nunca hemos sentido nuestra incapacidad vital. Allí fuera, en el mundo de los vivos, los mismos hombres que nos depositaron con nuestros féretros en este lugar hace ya tanto, se llevan a Leocadio no se sabe dónde. Ha  girado la cabeza y nos ha enviado una mirada marcial y llena de nostalgia. Todas sus posesiones fueron a parar a un contenedor pero a él ¿dónde se lo llevarán? No nos ha dado tiempo despedirnos de él. Despedirnos…la muerte sigue siendo un adiós constante.
Hoy he tenido más frío de lo habitual. Frío que no sentía desde que mi sangre caliente se derramó por aquella herida que una navaja afilada provocó. Aquellos chicos querían dinero y yo no tenía. El sol desapareció de mi vista en pocos minutos.
En mi silencio atronador me ha venido a la cabeza una canción de Joan Manuel Serrat que a mí me gustaba tararear y que  en este momento resume todos los sentimientos que invaden mi estado y la de mis vecinos…dice algo así: los muertos están en cautiverio y no nos dejan salir del cementerio…
Nuestra convivencia mortal continuará y mañana, seguro, que nos volveremos a encontrar para hablar…y puede, que tengamos un nuevo vecino que sustituya el lugar que nos ha dejado el viejo militar.

LA DECISION


                ¡Deseaba tanto ese bebé!  La noticia fue desoladora.  Su niña tenía síndrome de Down.  A pesar de los avances no le podían asegurar  el grado de minusvalía que tenía.
Llegó a casa, se tumbó en el sofá y acarició su tripa. Allí dentro yacía su niña. Lloró de rabia, de miedo, de tristeza. ¿Por qué a ella? ¡No lo podía creer! Su hijo de tres años no había tenido ningún problema y ahora esto…
Una semana de plazo. Esas fueron las palabras de la doctora. Una semana de plazo para tomar una decisión. Tener o no tener al bebé. No cometía delito. Estaba dentro de los supuestos que la ley establecía.
Hacía mucho calor y estaba temblando. Le preocupaba la reacción de Juan Carlos, su marido, cuando le comunicara la noticia. ¿Estaría de acuerdo con ella?
El cerrojo de la puerta anunciaba su llegada. Todo fue más fácil de lo que esperaba. No hicieron falta las palabras. Sus ojos se dijeron todo.  Se abrazaron. Lloraron.  Víctor, su hijo, miraba a uno y a otro extrañado. ¡Algo pasaba! Cogió un cuento y sentó en el suelo pasando las hojas en silencio.
Esa noche no durmieron.  Hablaron y decidieron. Un bebé deseado que no tendrían y que sin conocerle querían.  Se sentían egoístas, vacíos…pero, también generosos, llenos de amor hacía su otro hijo. Todos sus pensamientos rondaban alrededor de la misma pregunta: ¿Qué será de ella cuándo nosotros no estemos? ¿Se ocupará su hermano de ella? ¡Si supiéramos que ella se pudiera valer por sí misma, lo tendríamos claro, pero ¿y si su minusvalía es tan grande que tiene que depender de alguien?...¡Qué fácil sería todo si tuviéramos el dinero suficiente para saber que pase lo que pase, ella estaría en buenas manos y atendida!...
La semana pasó escuchando las contradicciones entre el corazón y la razón. Oyendo las críticas de su suegra llamándola asesina, observando la mirada silenciosa de su madre, sintiendo el apoyo de sus amigos, constatando su vacío por cada segundo que señalaba la cuenta atrás.
El día que llegó a la clínica acompañada por su marido parecía una sonámbula. Lo último que hizo  antes de entrar al quirófano fue llenar de besos su mano y apoyarla en el vientre donde su niña se columpiaba juguetona.
Todo pasó rápido. Toda la angustia pareció desaparecer en una hora, quizás menos.  Su bebé se alejó para siempre de ella. Pero no fue así. Desde entonces, sus sueños se tornaron en pesadillas, su ánimo languideció y su cuerpo comenzó a deformarse. Se odiaba tanto que no podía mirarse al espejo.  La tristeza se apoderó  de ella y lo que, en contadas ocasiones, la sacaba del pozo era la sonrisa de su hijo.
Dos años pasaron dejándose llevar por la rutina de la vida. La rutina de la vida que, a veces, nos da una sorpresa. Ruth se volvió a quedar embarazada. El miedo la invadió. La alegría la sobresaltó. Pasara lo que pasara, esta vez tendría el bebé. Fueron nueve meses de angustia hasta que a finales de Junio pudo estrechar entre sus brazos a una niña sana y preciosa.
¡Qué felicidad! Mientras sonríe a su pequeña besa la palma de su mano y se la acerca al vientre y piensa que los malos momentos parecen durar una eternidad pero el  transcurso del tiempo los convierte en efímeros.

IN MEMORIAM
Bailaba en el útero materno al ritmo del acordeón.  Se sentía querida y feliz hasta que algo la expulsó de allí y nunca más sintió la música del corazón; sólo aquel  beso que se fue con ella para siempre

CAMBIO DE RUMBO

 
Me he despertado en una cama que no es mía y nada va a volver a ser igual.  Lo sé. Mi vida ha dado un vuelco de ciento ochenta grados. Nueva casa, nuevo trabajo, nuevas responsabilidades. Estoy seguro que todo va a salir bien. Soy trabajador, luchador, optimista y todas estas cualidades van a revertir en beneficio de los demás. Lo sé, igual que lo saben aquellos que me han apoyado para conseguir este nuevo empleo.  Tengo a gente que me quiere  y que me dará la fuerza suficiente. La pena es que los voy a ver poco, sobre todo a mis hijos. Me temo que las excursiones en bici los domingos por la mañana no van a ser tan frecuentes como hasta ahora. No importa, estoy seguro que lo entenderán. Cuando crezcan se sentirán orgullosos de su padre.
Mis antecesores en el puesto me lo han puesto fácil.  No se puede trabajar peor. Yo, por muy poco que haga, dejaré contentos a los que me rodean. Tengo bastantes proyectos.  
Todos los que dependen de mí están expectantes. Algunos no se fían, aunque, ¡para qué preocuparse!, hasta ahora tampoco lo habían hecho. ¡Qué hipócritas somos las personas! Ahora, todos esos que me clavaban cuchillos por la espalda me sonríen y me adulan continuamente. Yo les sigo el juego, no soy tonto, pero en mi fuero interno les ignoro.  Algunos me miran de soslayo y recuerdan las zancadillas que me pusieron y que no consiguieron herirme. Al contrario, de todo eso he salido fortalecido.  La tenacidad es importante para llegar a la meta que uno se propone.
Estoy feliz. No puedo reprimir la alegría. Me miro en el espejo y observo mi rostro. Soy el mismo pero soy otro. Hago muecas, gesticulo y busco gemelos en mi reflejo.  Soy un actor nato. Hay que serlo si se quiere engañar a la gente. Si eres transparente, la jauría se abalanza sobre ti y te destruye. La vida te enseña estas cosas. En mi nueva vida es algo que tendré que practicar continuamente.  Seré otro yo ante los demás.
A partir de ahora dejará de existir el reloj. No habrá horas de descanso para mí. El día será noche y la noche será día. Daré la vuelta al mundo varias veces a lo largo del año. Conoceré a mucha gente de mi misma profesión y algunos se convertirán en amigos y otros en enemigos. La competencia laboral será dura y tendré que imponer mis criterios.  Soy escéptico ante los que dicen que finalmente me someteré a sus reglas. Craso error. Ellos tendrán que someterse a las mías. Nadie es más fuerte que los demás y allí estaré yo para dejarlo claro.
El día está soleado, brillante, lo que supondrá un acicate más para que mi presentación en sociedad sea todo un éxito. Oigo ruido. Parece que ya vienen a buscarme. Voy a echarme una última ojeada ante el espejo. Sí, estoy impecable. La corbata es un acierto. Son importantes los pequeños detalles para los grandes momentos.
Respiro hondo y asumo el papel que la historia me ha destinado. Seré el nuevo presidente de mi país y es por eso que hoy me he levantado en una cama que no es mía pero que, a partir de hoy, lo será.

EL ABRAZO


Erase que se era un reino muy pequeño en el que todos sus habitantes vivían tranquilos y felices.  El rey Diftur era simpático y bonachón. Gobernaba con inteligencia y equidad. Estaba casado con Mandolina, mujer serena y afable. Ambos se querían y su único deseo era tener un hijo. Llevaban mucho tiempo  esperando un milagro pero la esperanza se iba desvaneciendo a medida que los años  pasaban y el heredero no llegaba. 
Un día, una mujer llegó al pueblo. Parecía un hada. Un haz de luz la envolvía.  Llevaba en brazos a un bebé rollizo que no paraba de llorar.  Era tan fuerte su llanto que las gentes del lugar se asomaban a las ventanas para saber lo que ocurría.  Mujeres, hombres, niños, lo acurrucaban entre sus brazos pero el bebé no callaba. Mandolina, la reina, que también había escuchado aquella llantina, se acercó al hada y extendió sus brazos para que le dejara al niño.  En cuanto sus manos le rozaron,  el bebé comenzó a tranquilizarse y poco después se quedó plácidamente dormido.
La mujer que hada parecía le dijo a la reina:
-Señora, tenéis un gran poder.  Lácrimo, que es como se llama el que ahora tenéis en vuestros brazos, lleva siete lunas sin parar de gimotear. Creíamos que  enfermo estaba y me dirigía a la casa que hay  en lo alto de la colina para encontrar la solución que sanara al pequeño. Allí vive Dimitra. Ella cura a las hadas, duendes y elfos del bosque elaborando pócimas y remedios mágicos
- ¿Cuál es vuestro nombre? - preguntó la reina-
- Me llamo Iris
- Iris, no es necesario que vaya a ver a esa mujer. Usted misma ha visto que Lácrimo se ha callado, es más puede ver que hasta  sonríe. Yo soy Mandolina, la reina de este lugar,  y años llevo esperando un hijo.  Le ruego que me lo deje y yo le cuidaré como si fuera propio.
- Señora, eso no es posible. Lácrimo es hijo del rey de los bosques y yo soy el hada aya que se le asignó al nacer.  Por favor, deme al pequeño, aún me queda un largo camino por recorrer.
- Pero, conmigo no llora…y con usted…
La reina, triste, acercó el bebé a Iris. Cuando ésta lo cogió, el niño sonrió. Mandolina esperaba que prorrumpiera, de nuevo, a llorar, pero…no fue así. El poder de sus manos le había curado. Volvió triste hacia palacio y lloró amargamente.
Pasaron los meses, y el recuerdo de Lácrimo no desaparecía. Mandolina que siempre había sido una mujer  activa languidecía de pena. No salía de sus aposentos. Lloraba y lloraba.  Eran tantas las lágrimas que derramaba que su cuerpo comenzaba a encogerse.  El rey y  el pueblo estaban muy preocupados por su reina. Parecía que la enfermedad del niño la hubiera atrapado ella entre sus manos.
Todos los médicos de la corte buscaban sin descanso remedios para que  sanara pero nada parecía hacerla efecto. Un día de primavera, Iris, el hada aya, se presentó  en la corte con una  carta redactada por el padre de Lácrimo y dirigida al rey Diftur  que así decía:

Muy señor mío, hasta mis reinos ha llegado la noticia de la enfermedad de la reina Mandolina. Por lo que cuentan, es parecida a la que mi hijo Lácrimo sufrió. Gracias al abrazo milagroso de su esposa  mi niño sanó pero bien parece que el mal que parecía se lo transmitió a su mujer. Pesaroso estoy desde que sé de su sufrimiento. En agradecimiento por la alegría que ella me dio quiero ofrecerles los servicios de Dimitra. Allí se dirigía Iris para sanar a mi hijo cuando se encontró con la reina y surgió el milagro. En aquella ocasión nosotros no la necesitamos pero ahora sí. Quiero que la reina Mandolina vuelva a resurgir de la tristeza.
            Mostrando mis mejores deseos
                                               Renedón, Rey de los Bosques

El rey Diftur estaba emocionado. Inmediatamente, preparó todos los carruajes para llevar a la reina hasta lo alto de la colina. Iris les indicaría el camino. Nadie sabía en qué lugar se encontraba porque la casa estaba oculto a la vista de los hombres.
El sendero era angosto y oscuro. Pájaros negros acompañaban al cortejo real. Sólo se escuchaba el llanto triste de la reina. Horas de viaje transcurrieron hasta que Iris divisó la casa de Dimitra. Mandó parar los carros y ordenó que nadie se moviera. Ni siquiera el rey. Tomó de la mano a la reina y anduvieron entre una niebla espesa hasta que desaparecieron de los ojos de los que allí estaban.
Dimitra vestía de color púrpura, era pequeña y de aspecto duro pero su voz sonaba dulce cuando habló esbozando una sonrisa
- Os estaba esperando. Renedón me previno de vuestra llegada para que no me pillara por sorpresa. Sentaos, por favor…tardaré poco. Mi sitio está entre mis pucheros. Todos ellos albergan  bálsamos milagrosos que os curarán.
Mandolina estaba asombrada de lo que sus ojos acuosos dejaban ver. La casa parecía estar en el interior de un tronco de árbol pero era tremendamente espaciosa y cálida. El crepitar del fuego que calentaba todas aquellas ollas, la invadían de una paz de la que hacía tiempo no disfrutaba. Tan inmersa en sus pensamientos estaba que no se percató que Dimitra la ayudaba a beber un líquido verde y gelatinoso. Tenía un sabor repugnante pero, a cada trago que daba, las lágrimas se secaban. Bebía y bebía y el sueño, poco a poco la fue envolviendo.
Cuando despertó estaba en sus aposentos. La luz del sol entraba por la ventana. No se acordaba cómo había llegado hasta allí.  Saltó de la cama y bajó corriendo a saludar al rey. Una sonrisa tierna le esperaba.
Por fin, Mandolina se había recuperado. Estaba feliz. Sin embargo, el destino la tenía reservada una nueva sorpresa para culminar esta felicidad. De entre los brebajes que le obligó a beber Dimitra había uno muy especial.  Tenía el poder de dejar a las mujeres encintas.
Así pasó que a los nueve meses nació una preciosa niña que se llamó Alba, porque al amanecer nació. Su alegría, belleza y bondad llenó plenamente la vida de sus padres.
Desde entonces, en el reino,  todos vivieron plácidamente hasta que muchos, muchos, muchos años después un caballero a caballo llegó al pueblo. Se llamaba Lácrimo. Lo primero que pudo ver ese joven apuesto fue a la princesa Alba paseando por los campos…sus ojos se encontraron y... esa ya es otra historia.