Estaban enterrando a un hombre bueno. El mejor de los
maridos. Cariñoso, simpático, comprometido.
A lo largo de su vida vivió inmerso en una mentira y se la hizo creer a
todos los que le rodeaban. Ella siempre supo la verdad. Cuando quiso contarla
los demás la tacharon de malvada y desagradecida. Siempre vivió con las marcas que las manos de
ese egoísta, ese monstruo, ese loco lleno de maldad, había dejado en su
piel. La verdad quedó cubierta con la
tierra que enterraba a un hombre bueno.
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