Llevaba
mucho tiempo sin fuerzas, apática, extremadamente cansada, hasta que
finalmente, aceptó el consejo de sus amigos y fue al médico para que le
hicieran un reconocimiento exhaustivo. El
sobre que tiene entre las manos guarda los resultados que no quiere leer. Ya no hace falta. Su médico no ha podido ser más
sincero con ella:
-
La enfermedad está en un proceso avanzado. Es imposible detener su evolución.
Es demasiado tarde.
-
Pero, ¿estás completamente seguro? ¡debe
ser un error! Quizás tendrías que repetirme las pruebas para cerciorarte. Realmente, ¡yo no me encuentro mal,
simplemente, me siento agotada pero…ni remotamente se me ha pasado por la
cabeza pensar que estos síntomas
escondían. ....
-
Desgraciadamente, los resultados no dan lugar a dudas. Esta enfermedad, a
diferencias de otras, no da la cara. A veces, podemos cogerla a tiempo pero en este caso…
-Ya,
no insistas -le cortó Violeta secamente- ¿Cuánto tiempo me queda?
-
De dos a tres meses, puede que un poco más
-
Ya. ¡Qué relativo es el tiempo! ¿ verdad? Dos o tres meses…
Tras
un silencio intenso, el Dr. Azcárate la tomó de la mano y mirándola a los ojos
le dijo:
-
Haré todo lo que esté en mi mano para que todo vaya bien. Sabes que puedes contar conmigo en cualquier momento. Te haré
un seguimiento continúo y, además, habrás de llevar un tratamiento adecuado que te ayude
a paliar el dolor que puedas llegar a tener.
-
Entiende que tus palabras no son ningún consuelo.
-
Lo sé. Pero…
-
Bueno, -le volvió a cortar secamente- la semana que viene nos vemos.
Violeta
se levantó deprisa huyendo de aquellas
palabras, de aquella sentencia que la condenaba
mortalmente.
-¿No
quieres hablar? ¿Te encuentras bien?
-
No, no quiero hablar, y doctor, tú mismo me acabas de decir que me voy a morir
por lo que bien, bien, no se puede decir que esté- respondió irónica.
-
De acuerdo, pero permite que te acompañe hasta la puerta.
-
Gracias.
El
doctor observó como se alejaba por el pasillo. Después de tantos años de
experiencia profesional, nunca se acostumbraba a estas situaciones que rompen
el esquema establecido en la medicina: salvar vidas. En estos casos, todas sus fuerzas las tenía
que utilizar para estar con el paciente y alentarlo ya que era la única
medicina que podía recetar. Cerró la
puerta y suspiró.
Violeta
salió a la calle y respiró profundamente. Hacía un día primaveral.
Primaveral…susurró. Decidió disfrutar del día y caminó desde Alonso Martínez,
hasta Colón, para bajar luego por el paseo de Recoletos y convertir uno de sus
deseos en realidad: entrar en el Café Gijón. Siempre lo había querido hacer
pero el maldito dinero le había parado los pies más de una vez. Tenía la
sensación que era un sitio demasiado caro y siempre se había quedado con las
ganas de pasar unas horas en una de las mesas situadas al lado de los
ventanales que miran a la ciudad. Ahora, en este momento, daba lo mismo. Pidió
un café y una tarta de manzana. La dieta permanente que había llevado había
pasado a la historia. Total, dentro de unos meses, estaría en los huesos. Sonrió ante su propia ocurrencia. ¡Dios!
Estaba haciendo bromas con su propia muerte. Tendría que mirarla cara a cara.
Ella, la eterna acobardada sería fuerte
por primera y última vez en la vida.
Mientras
se deleitaba con el sabor de la tarta, miraba pasar a la gente que transitaba llena
de vida, sin saber que ella estaba allí, iniciando la despedida. Al menos, se
dijo, tenía la suerte de hacerlo. A otros, les pilla tan de sorpresa que dejan
las cosas a medias y eso a ella nunca le ha gustado. De pronto, se acordó de
una película que había visto hacía tiempo… ¿cómo se llamaba?...era de Isabel
Coixet. La protagonista se encuentra en su misma situación: le queda poco
tiempo para morirse y decide escribir en un cuaderno las cosas que le gustaría
hacer antes de hacerlo… ¡Ya me acuerdo!, se titulaba, La vida sin mí...La vida
sin mí, la vida sin mí….Las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos. Dos meses o tres y la vida seguirá sin mí.
Llegará el verano y las playas se llenarán de gente riendo, más tarde, la navidad
con sus villancicos, y todo seguirá mientras yo estaré inmersa en la oscuridad
que habitaba mis días antes de nacer.
Movió
la cabeza de un lado a otro intentando desterrar esos pensamientos dañinos y
pensó en hacer lo mismo que la chica de la película. Sacó de su bolso una
libreta que siempre llevaba consigo . Tomó su bolígrafo negro y comenzó a escribir:
1.
Notario. Sí, eso era lo prioritario. Mañana mismo pido una cita. . No es que tenga
muchas posesiones pero tengo que dejar las
cosas arregladas. No quiero crear
problemas póstumos.
2.
Iré a trabajar un par de días y luego me daré de baja. En mi fuero interno quiero
despedirme de la gente de la oficina. Quizás, incluso, suelte alguna que otra
contestación que tengo guardada en mi interior desde hace años. Eso sí, no
pienso decirles que me voy a morir.
3.
Preparar mi entierro y funeral. Voy a dejar un documento con todos los papeles
en regla y con mis últimos deseos. Quiero que suene mi música preferida que yo
prepararé en estos días. No quiero flores, no quiero curas que se acerquen a
mí. Quién quiera que rece pero, no deseo misas fúnebres. Quiero que me incineren y esparzan mis
cenizas por un acantilado del norte de España. Aquel en el que fui tan feliz.
Aquel en el que el color verde y el azul se mezclan para llenar el paisaje de
vida. Quiero reposar en paz.
3.
El mar. Tengo que ir a verlo por última vez. Tengo que sentir su sal en mi
cuerpo, su sabor en mi boca. Escuchar su rumor continuo queriéndome decir
adiós. Sentarme en la arena y observar su ir y venir eterno. Admirar su
amanecer, su atardecer. Vivirlo.
4.
Disfrutar de mi hijo, de mi marido, de mi familia. Despedirme de ellos poco a
poco. Será a los únicos a los que diga la verdad..
5.
Decir a mis amigos lo mucho que les quiero. Tomar un café y disfrutar de los
últimos momentos de risas con ellos. No, tampoco a ellos les diré nada. ¿Para qué? Quizás una simple mirada lo diga
todo.
6.
Cumplir un sueño que me busca desde mi adulta juventud. Me da igual lo que
piensen los demás por hacerlo. Él lo entenderá.
7.
Vivir intensamente. Intensamente, intensamente….
Violeta,
dejó de escribir y miró a su alrededor. Estaba tranquila. Escuchaba el hilo
musical. Sonaba el Gymnopédie para
piano de Erik Satie,
curiosamente, uno de sus preferidos. El
sol entraba por los ventanales y dibujaba sombras de arcoíris encima de la mesa
donde reposaban sus últimos deseos. ¡Qué absurdas somos las
personas!-pensaba- mientras vivimos
estamos muertos y cuando sabemos que nos morimos empezamos a vivir. ¿Por qué no
he hecho parte de estas cosas mientras me encontraba sana? ¿Qué hubiera
importado si alguien a los que hubiera contestado se enfadara conmigo? ¿Por qué
no me he dado el gusto de comer, más a menudo, todo lo que me gustaba? ¡Por un
maldito cuerpo perfecto que no lo es tanto! ¿Por qué no he dado los abrazos y
besos que he deseado dar? ¿Por vergüenza, por una falsa moral? Preocupada por el que dirán, que
pensarán…tiempo perdido que no he de recuperar, ¿o sí?...apuntaré esto también
8. Decir a todos que hagan lo que desean, lo que
sueñan. Disfrutar de las cosas pequeñas, como estoy haciendo ahora yo.
9.
No tener miedo, no tener miedo, no tener miedo
Cerró
el cuaderno y pidió al camarero la cuenta.
Pagó y salió del Café Gijón con más ganas de vivir que nunca. Caminó
resuelta hasta confundirse con otras
personas.
Tiempo
después, jamás se la volvió a ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario