RELATOS


CARACOLAS Y ESTRELLAS

Lo que ahora escribo es algo más que una dedicatoria. Es un agradecimiento eterno; es un cuento que el viento me sopló al oído.

Tengo un hijo. Intento vislumbrar, por el hueco de la alambrada, su cara. Allí está, atendiendo las indicaciones del juego, moviéndose de un lado para otro, hablando, riendo; tiene quince años y es mi hijo. El no me ve pero yo le miro embelesada sabiendo que su cuerpo ha estado unido al mío durante meses sin que él lo supiera y yo tampoco. Yo no quería asumir que él estaba dentro de mí. Mi cuerpo se iba deformando a medida que mi mente creaba un terrible muro para que yo, indiferente, moldeara su vida pero no creyera en ella.
Inclino la cabeza un poco más y creo que me está mirando. Le hago señas pero no me ve. Es mi hijo. Se fue de mi lado el mismo día que nació. Corre hacia el balón, lo atrapa, se cae, hace gestos de dolor y yo sonrío. Los recuerdos vuelven a mí.
Yo no le quería, no le quería pero, ahora ¡le quiero tanto!. Es mi eslabón, la sonrisa que me da fuerzas para mirar la vida de frente. Yo le di la vida pero él me la da a mi todos los días.

Recuerdo que....caminaba por la playa del Sardinero y él se removía dentro de mí. Yo le tranquilizaba; quizás estaba asustado por el sonido que le llegaba; gritos agresivos en mis oidos. Para calmarle, susurraba cuentos acompañada de la música que las olas del mar y la lluvia componían. Buscaba caracolas para que fueran sus amigas. Unas amigas que yo metería en un cofre para que cuando él abriera los ojos le arrullaran sueños.
 
Recuerdo que...mientras yo lloraba a escondidas en mi habitación, él se removía dentro de mí. Yo le tranquilizaba; quizás estaba asustado por el sonido que le llegaba: el golpe brutal del alcohol en mi cadera, su cuna. Para calmarle, susurraba cuentos acompañada de la luna llena. Nos miraba desde el cielo iluminando nuestra noche. Buscaba estrellas para que fueran sus amigas. Unas amigas que yo metería en un cofre para que cuando él abriera los ojos le iluminaran sueños.
 
Un día de viento llegó a la vida susurrando e iluminando la mía.
 
Javier es música y luz. Siempre lo fue y yo no quise ni oír ni ver. Mis sueños no se cumplían y yo lo achacaba a su presencia. Pero hoy, cuando la tarde cae le veo tras la alambrada. Le oigo hablar a lo lejos. Es en este momento cuando he comprendido que el sueño era él y que yo estoy viva gracias a ese sueño. Ha girado la cabeza y, pese a mis aspavientos, no me ha visto pero yo, por primera vez le doy las gracias por seguir unido a mi a través de un cordón umbilical invisible. Hoy ha sido el día en el que me he quedado embarazada, he parido y he criado un hijo. Es mío y tiene quince años.
 
Sonrío y pienso que no es un buen jugador de fútbol pero es un buen rematador de los embates que la vida, su corta vida ya le ha dado. Será fuerte porque tiene un cofre lleno de caracolas y estrellas. Algún día, darán luz y sonido a otro niño envuelto en sangre y agua.
 
Besos eternos.



ÉRASE

Érase que se era un buzón y una carta. Una vez fue el cine y Buñuel. ¿Qué será, será? La crisis y la desigualdad.
Érase que se era un juguete y un niño. Un vez fue Picasso y el Guernica  ¿Qué será, será? El poder y la paz.
Érase que se era un micrófono y tu voz. Una vez fue Marconi y la radio. ¿Qué será, será? La mentira y la verdad.
Érase que se era el hombre y la pobreza. Una vez fue Teresa y la India ¿Qué será, será? La globalización y la insolidaridad.
Érase que se era un beso  y una flor. Una vez fue el amor y el desamor. ¿Qué será, será? El matrimonio y la desilusión.
Érase que se era tú y yo. Una vez fue yo y tú. ¿Qué será, será? Nosotros.
Érase que se era un cuento que una vez fue y siempre será.

Relato ganador concurso 2002-2003





 
 

2 comentarios:

  1. Cuando las palabras se convierten en sentimientos, son música celestial para el alma que las escucha. El amor de una madre es la más bella composición musical jamás creada. Va directa al corazón y, cómo las cosas auténticas, no pueden explicarse con palabras. El relato no se lee, se siente y este sentimiento es tan claro que el corazón no necesita procesarlo porque está hecho de su misma naturaleza y cómo algo afín a él lo incorpora a sí mismo, enriqueciéndolo y recibiéndolo como maná que nos recuerda que sólo lo auténtico resuena en nuestro interior. Felicidades, precioso relato.

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