sábado, 4 de junio de 2016



CONFUSION


   La pataleta del niño estaba intrigando a todo el vagón. Era un llanto histérico que penetraba en nuestros oídos agitando el corazón. Una composición triste de lágrimas. Mirábamos al señor que le tenía en brazos, que parecía no darse cuenta, incomprensiblemente, de ese lamento irritante. De repente, un hombre, notablemente alterado,  se dirige hacía el niño vociferando. Cuando está frente a él, rompe a reír. Lo coge de los brazos del caballero y lo vapulea ante la mirada atónita de todos, mientras grita:

-¡Es un maldito muñeco! ¡Es un maldito muñeco! 

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