sábado, 4 de junio de 2016


DIFERENTES CARAS DE UNA MISMA MONEDA


  Las prisas de la gran ciudad no nos dejan percibir lo que se esconde en sus calles. Caminamos sin ver. La rutina nos lleva a nuestro destino como autómatas. De casa al trabajo, del trabajo a casa…un día tras otro, un día tras otro…hasta que sucede algo que nos obliga a detenernos para fijar la vista en un hueco que antes no existía. Incluso, hacemos el amago de retroceder para corroborar que el entorno ha cambiado.  No está. No le conocías, evitabas su mirada, nunca te acercaste a él y ahora no está. Formaba parte del paisaje. Ha desaparecido. Es, en ese momento, cuando nos preguntamos  ¿qué habrá sido de él?

SMAILI

  Ahí está, haga frío o calor, de lunes a sábado de nueve de la mañana a siete de la tarde. Ahí está, en la puerta del supermercado del barrio, con una revista que vende y que nadie compra. Ahí está, con su sonrisa eterna, buscando entre los que pasan a alguien que se la devuelva. Vino desde Sierra Leona huyendo de la guerra y la pobreza. Se subió en una patera para navegar a un mundo mejor. Se siente feliz porque lo ha conseguido. Vive en paz. La parroquia les ha conseguido a él y otros cuatro compañeros una casa. Con las monedas que recauda al día sobrevive. No necesita más. El miedo que le perseguía se ha esfumado y se siente uno más. Sólo le he visto llorar dos veces. La primera, al morir su padre. Me lo relataba con la nostalgia que da la desesperanza. No se pudo despedir de él. La segunda, fue en Navidad cuando se acercó a mí y me regaló una felicitación. Con una letra infantil e irregular me decía “para mi mama, feliz año nuevo “. Me emocionó  y le abracé dándole dos besos. No se lo esperaba y sollozaba como un niño, mientras me daba las gracias reiteradamente como una letanía.
Hoy, le he visto de lejos, ha levantado el brazo a modo de saludo y su eterna sonrisa me ha dado los buenos días. Su nombre es Smailí.

EL POETA

  En la puerta de la Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid, un hombre permanece sentado en el suelo. Junto a él, un cartel que anuncia la venta de sus poesías a cambio de una moneda. Nunca levanta la cabeza, permanece absorto escribiendo sentimientos en su cuaderno.  Apoya su espalda en la pared de una gran librería mientras sus creaciones mueren en la acera. Algunos, con desgana, echan una moneda pero desprecian los que él les da a cambio: su obra. Los poemas se acumulan. Palabras tristes de un hombre pobre. Palabras que piden auxilio vestidas de sonetos. Cuando llega la noche, las recoge con delicadeza y las salvaguarda en una carpeta. Nadie las ha querido.  Se siente infeliz.


LUIS

  Estaba en una encrucijada. Hacía tiempo que no nos veíamos y llamar a mi amiga para eso…quizás se lo tomaba a mal pero…estaba segura que era Luis, su hermano. Estaba agazapado en un rincón de la calle Pelayo. A sus pies, un sombrero raído implorando una limosna. Me llamó la atención que tuviera entre las manos un libro de Tolstoi y no un cartón de vino. Tendemos a prejuzgar a los que viven en la calle. Los consideramos  borrachos, vagos o inadaptados y miramos a otro lado.  Su rostro me era conocido aunque llevaba una barba espesa y eso me desorientó un poco. Me acerqué y le pregunté:
-¿Eres Luis? Soy Asun, la amiga de tu hermana, ¿te acuerdas de mí?
De repente, sus ojos azules me examinaron asustados. Recogió rápidamente sus cosas y salió corriendo. Era él. Seguro. Hubo un tiempo en el que me enamoró aquella mirada que hoy se mostraba aterrada. Era tan guapo, tan inteligente, tan simpático. ¿Cómo había llegado a esta situación?
Después de darle muchas vueltas llamé a Puri, ¿y si le estaban buscando? Por lo menos, les podría dar una pista de donde se encontraba.
-¿Sí, dígame?
-¡Hola Puri!
- ¡Asún! ¡Qué sorpresa! Cuánto me alegra escucharte. ¿Qué tal todo?
-Bien ¿y tú?
-Como siempre, ya sabes, liada con los niños, con el trabajo… ¡No me lo puedo creer! ¿Cuánto tiempo llevábamos sin hablar? ¿Dos años? Porque sin vernos, muchos más… ¡Vaya dos!
- Sí, la verdad es que no lo entiendo.
Hubo un silencio incómodo.
- ¿Pasa algo? El que no nos veamos no quiere decir que no te conozca
-Llevas razón…he estado dudando pero me he decidido a preguntarte algo. ¿Qué tal Luis?
Noté que cambió el tono
-¿Por qué me lo preguntas?
-Te va a parecer una estupidez pero él otro día me pareció verle en la calle. Parecía un sin techo. Cuando me acerqué a él y le saludé huyó despavorido. Me surgió la duda. Me preocupé. Sabes que era mi debilidad.
-Sí, puede que fuera mi hermano. Está enfermo. ¿Te acuerdas que se metió en política? Bueno, pues, estaba muy comprometido, se sentía feliz. Todo su mundo era el partido, tenía una gran ilusión por llevar a cabo cosas nuevas. Y, de pronto, una mañana se levantó muy alterado. Gritaba, nos decía que había micrófonos por la casa, que nos espiaban. Se metió en su habitación durante dos días. Lloraba, suplicaba.  Llamamos al médico y, después de muchos esfuerzos, le convencimos para que saliera. Estuvo ingresado en una clínica de salud mental. En un principio, estábamos convencidos que ese episodio era producto de la tensión a la que estaba sometido pero, desgraciadamente, no fue así. Se niega a tomar la medicación que le prescribieron por lo que los brotes psicóticos aparecen continuamente. Dice que le van a matar y su obsesión es esconderse. Por eso, vagabundea por la ciudad. Y lo más triste es que no le hace falta. Tiene su casa, dinero, pero piensa que de esa forma nadie le va a reconocer y que su vida  está a salvo. Hace meses que no sabemos de él. No quiere vernos porque dice que nos pone en peligro. Supongo que ni te conoció. Salió corriendo porque creyó que lo habían encontrado.  Imagínate como lo estamos viviendo. Tememos que algún día le pase algo de verdad. ¿Por dónde le viste?
-Por la  calle Pelayo., cerca de la Sociedad General de Autores.
-No sé porque te lo pregunto. Quizás no vuelva por allí.  Es muy triste, Asun, muy triste. Se niega a recibir ayuda. Imagínate nuestra desesperación.
Estuvimos hablando mucho tiempo. Lloramos. Le buscamos juntas pero no nunca le encontramos. Hasta hoy. Puri me ha despertado con la noticia de la muerte de Luis. Una paliza de unos gamberros se lo ha llevado para siempre. La tristeza me ha evocado su sonrisa de adolescente cuando el temor no le perseguía. 

¿Cuántos hombres y mujeres se esconden tras un  disfraz para ahuyentar sus miedos, sus locuras, sus tormentos? Las monedas son el trueque que emplean como caída al vacío. Un vacío del que ninguno saldrá indemne.


                                                                                                                                              

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