martes, 7 de junio de 2016



TÓNICA CON GINEBRA

   Soy intolerante al alcohol en el más amplio sentido de la palabra. Pero más aún a los anglicismos. Y, sin embargo, aquí estoy yo, en una “gintonería” muy  fashion de Madrid cuyo slogan aseveraba que me sentiría como una celebrity al probar uno de sus variados y exclusivos gin-tonic.
El local había adquirido una relevancia excepcional en los últimos años. Si no ibas, estabas “out”. Era el lugar preferido de la jet-set. Se decía que entre copa y copa se acordaban contratos millonarios. Innumerables business se habían cerrado en uno de los privados con los que contaba el establecimiento. No era de extrañar, el cóctel tenía el poder de incrementar  las brainstorming. Gracias a ellas se fraguaban proyectos sustanciosos. Incluso, y esto es top-secret,  circularon las black-card en diferentes ocasiones pero esto es algo que no se  puede confirmar.
Son las nueve de la noche y no hay muchos clientes. Me ofrecen la carta. La hojeo. Desde luego su publicidad no engaña puesto que cincuenta tipos de gin tonic se presentan como si de un desfile de moda se tratara. El caballero que está a mi derecha ha elegido uno cuyo nombre es muy exquisito  " Peal Rose”.  El barman asiente e inicia una exhibición de maestría al mezclar líquidos de colores con frutas y especias. Observo atentamente sus movimientos delicados. Es un verdadero artista dando vida propia a un simple líquido. Cuando finaliza, con  elegancia extraordinaria, deposita su obra de arte sobre un posavasos de papel que no hace honor a la maravillosa creación que sostiene. Se lo entrega al demandante que sin  la menor de las sutilezas bebe compulsivamente mientras picotea de un bol con chips.
-Caballero, ¿ha decidido que va a tomar?
-Parece que no hay mucho ambiente- le respondo obviando su pregunta
 -Es pronto aún.
-¿Se suele llenar?
- Habitualmente, sí. Hay hoteles cerca donde se celebran workshops. Cuando acaban se pasan por aquí a tomar una copa. Somos un sitio de referencia. Llegamos a ser trending topic en twitter el día que nos visitó George Clooney con Javier Bardem.
- ¡Vaya! ¿Cuál fue el hasthtag?
Noto, entonces, su mirada entre impaciente e inquisidora.
-Todavía no me he decantado por ninguno…ahora le aviso.
Se aleja ligeramente enfadado.
Vuelvo a leer los nombres de lo que se pretende que hay que beber: Gin Tonic Pink Panther, Gin Tonic Martin Miller´s, Gin Mojito, Gin Tonic con lima y regalíz…¡quién le iba a decir al oficial británico al que se le ocurrió el invento de mezclar la ginebra con Schweppe para celebrar la victoria de las tropas británicas en la India que su idea iba a degenerar de esta manera!
Me aburre tanta oferta. Hay que hacer una master-class para entenderla.
Reanudo mi examen al establecimiento. Un grupo notable de  gente acaba de hacer su aparición estelar. Se sienten en el corner. Todos van  vestidos de sport porque, evidentemente, comienza el week end y hay que seguir la tradición británico  del “casual Fridays”. Si fuera cualquier otro día de la semana irían con sus trajes y corbatas. Una manera de incentivar al trabajador, explican de manera rimbombante los grandes gurús de la city. A mí que me den cash  y  voy vestido de gentleman o de lo que manden. ¡Vaya con los vips! ¡Menuda algarabía están montando! No se puede escuchar la música chill-out tan agradable que estaba sonando en el hilo musical.
-Son Community Manager, me explica el caballero que está a mi lado y que ya va por el tercer gin-tonic… Los que se ocupan de las redes sociales de cada una de las empresas que representan. Internet está en sus manos. ¡Ya me gustaría a mí ser uno de ellos!
- Y ¿qué hacen aquí, un briefing?
Se encoge de hombros y vuelve a dar un trago.
Aprovechando que tengo cerca al camarero le hago un ademán para que se acerque.
-¡Ya sé lo que quiero! Por favor, póngame agua con gas acompañada de una rodaja de lima y servida en una copa balón.
- ¿Disculpe? No le he entendido bien
-  Repito, me puede preparar un  sparkling water with lime en copa balón, porfa please.
No debió gustarle mi elección porque le noté  visiblemente alterado y, con cierto desprecio, comentó a sus compañeros la cantidad de frikies que había perdidos por el mundo. Me lo sirve en un posavasos tan horrendo como el de mi compañero de barra. Le miro sonriéndome  y comienzo a beberme, con glamour, mi gran copa de agua con gas en uno de los locales más “in de Madrid”. Ocho euros me ha supuesto el capricho. Es lo que tiene ser cool.
                                              
                                                                                                                

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