TÓNICA CON GINEBRA
Soy intolerante al alcohol en el más amplio sentido de la
palabra. Pero más aún a los anglicismos. Y, sin embargo, aquí estoy yo, en una
“gintonería” muy fashion de Madrid cuyo
slogan aseveraba que me sentiría como una celebrity al probar uno de sus
variados y exclusivos gin-tonic.
El local había adquirido una relevancia excepcional en los
últimos años. Si no ibas, estabas “out”. Era el lugar preferido de la jet-set.
Se decía que entre copa y copa se acordaban contratos millonarios. Innumerables
business se habían cerrado en uno de los privados con los que contaba el
establecimiento. No era de extrañar, el cóctel tenía el poder de incrementar las brainstorming. Gracias a ellas se fraguaban
proyectos sustanciosos. Incluso, y esto es top-secret, circularon las black-card en diferentes
ocasiones pero esto es algo que no se
puede confirmar.
Son las nueve de la noche y no hay muchos clientes. Me
ofrecen la carta. La hojeo. Desde luego su publicidad no engaña puesto que
cincuenta tipos de gin tonic se presentan como si de un desfile de moda se
tratara. El caballero que está a mi derecha ha elegido uno cuyo nombre es muy
exquisito " Peal Rose”. El barman asiente e inicia una exhibición de
maestría al mezclar líquidos de colores con frutas y especias. Observo
atentamente sus movimientos delicados. Es un verdadero artista dando vida
propia a un simple líquido. Cuando finaliza, con elegancia extraordinaria, deposita su obra de
arte sobre un posavasos de papel que no hace honor a la maravillosa creación
que sostiene. Se lo entrega al demandante que sin la menor de las sutilezas bebe
compulsivamente mientras picotea de un bol con chips.
-Caballero, ¿ha decidido que va a tomar?
-Parece que no hay mucho ambiente- le respondo obviando su
pregunta
-Es pronto aún.
-¿Se suele llenar?
- Habitualmente, sí. Hay hoteles cerca donde se celebran
workshops. Cuando acaban se pasan por aquí a tomar una copa. Somos un sitio de
referencia. Llegamos a ser trending topic en twitter el día que nos visitó
George Clooney con Javier Bardem.
- ¡Vaya! ¿Cuál fue el hasthtag?
Noto, entonces, su mirada entre impaciente e inquisidora.
-Todavía no me he decantado por ninguno…ahora le aviso.
Se aleja ligeramente enfadado.
Vuelvo a leer los nombres de lo que se pretende que hay que
beber: Gin Tonic Pink Panther, Gin Tonic Martin Miller´s, Gin Mojito, Gin Tonic
con lima y regalíz…¡quién le iba a decir al oficial británico al que se le
ocurrió el invento de mezclar la ginebra con Schweppe para celebrar la victoria
de las tropas británicas en la India que su idea iba a degenerar de esta
manera!
Me aburre tanta oferta. Hay que hacer una master-class para
entenderla.
Reanudo mi examen al establecimiento. Un grupo notable
de gente acaba de hacer su aparición
estelar. Se sienten en el corner. Todos van
vestidos de sport porque, evidentemente, comienza el week end y hay que
seguir la tradición británico del
“casual Fridays”. Si fuera cualquier otro día de la semana irían con sus trajes
y corbatas. Una manera de incentivar al trabajador, explican de manera
rimbombante los grandes gurús de la city. A mí que me den cash y voy
vestido de gentleman o de lo que manden. ¡Vaya con los vips! ¡Menuda algarabía
están montando! No se puede escuchar la música chill-out tan agradable que estaba
sonando en el hilo musical.
-Son Community Manager, me explica el caballero que está a
mi lado y que ya va por el tercer gin-tonic… Los que se ocupan de las redes
sociales de cada una de las empresas que representan. Internet está en sus
manos. ¡Ya me gustaría a mí ser uno de ellos!
- Y ¿qué hacen aquí, un briefing?
Se encoge de hombros y vuelve a dar un trago.
Aprovechando que tengo cerca al camarero le hago un ademán
para que se acerque.
-¡Ya sé lo que quiero! Por favor, póngame agua con gas
acompañada de una rodaja de lima y servida en una copa balón.
- ¿Disculpe? No le he entendido bien
- Repito, me puede
preparar un sparkling water with lime en
copa balón, porfa please.
No debió gustarle mi elección porque le noté visiblemente alterado y, con cierto desprecio,
comentó a sus compañeros la cantidad de frikies que había perdidos por el
mundo. Me lo sirve en un
posavasos tan horrendo como el de mi compañero de barra. Le miro sonriéndome y comienzo a beberme,
con glamour, mi gran copa de agua con gas en uno de los locales más “in de
Madrid”. Ocho euros me ha supuesto el capricho. Es lo que tiene ser cool.
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