jueves, 2 de junio de 2016



OBSESIÓN


  Las librerías de viejo son el refugio en el que me cobijo cuando quiero esconderme de mi pasado. El olor a añejo conmueve mis sentidos. Con mi tacto recorro títulos de vida que fueron abandonados en una estantería. A veces, como regalo, entre alguna página, descubro una foto, una carta, una postal de alguien ajeno a mí pero muy cercano al libro que, con deleite, acarician mis manos. Sus vidas se han envuelto en palabras que buscan cobijo en la obscuridad. María me mira con interés. Ella es dueña de este palacio mágico de historias. Sabe que mis horas se convierten en minutos observando estanterías repletas de sueños de escritores. Como aquel que quise ser yo y la página en blanco se burlaba de mí y no permitía que la embadurnara con trazos negros que surgían de mi mente enferma. La frustración me arrebata el sentido.  A veces, siento deseos de quemar todas estas obras y morir yo en su compañía. Las cenizas hablarían del amor, del miedo, de la vida, de la muerte. Los personajes volarían hacía un infinito incierto. Muerte gris y heroica que supondría mi último alegato a la locura del arte.

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