OBSESIÓN
Las
librerías de viejo son el refugio en el que me cobijo cuando quiero esconderme
de mi pasado. El olor a añejo conmueve mis sentidos. Con mi tacto recorro
títulos de vida que fueron abandonados en una estantería. A veces, como regalo,
entre alguna página, descubro una foto, una carta, una postal de alguien ajeno
a mí pero muy cercano al libro que, con deleite, acarician mis manos. Sus vidas
se han envuelto en palabras que buscan cobijo en la obscuridad. María me mira
con interés. Ella es dueña de este palacio mágico de historias. Sabe que mis
horas se convierten en minutos observando estanterías repletas de sueños de
escritores. Como aquel que quise ser yo y la página en blanco se burlaba de mí
y no permitía que la embadurnara con trazos negros que surgían de mi mente
enferma. La frustración me arrebata el sentido. A veces, siento deseos de quemar todas estas
obras y morir yo en su compañía. Las cenizas hablarían del amor, del miedo, de
la vida, de la muerte. Los personajes volarían hacía un infinito incierto. Muerte
gris y heroica que supondría mi último alegato a la locura del arte.
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