MENTIRAS DE AMOR
INES
Le observo desde la distancia. Tras la pantalla del
ordenador me escondo para que no me vea llorar. ¿Qué nos ha pasado? ¿Y todavía
me lo pregunto? Soy una estúpida. ¿Cómo he podido estar tan ciega durante todo
este tiempo? ¿Por qué hablo en pasado? Ahí está él, sonriendo, pavoneándose y
yo sufriendo como una masoquista. Porque sí, eso es lo que soy. Me gusta
sufrir, que me vapuleen, que me desprecien y eso él lo hace muy bien. Se jacta
de ser el único capaz de sacarme de quicio. Y, realmente, es así. De hecho, con
su diabólico plan, es lo que está haciendo desde hace más de un año. Busca compañías que él antes
despreciaba y sabe que yo odio. Por ejemplo, la bruja esa con cara avinagrada
que se cree por encima del bien y del mal. Una mujer mala. La miras a la cara
y te intoxicas. Sin embargo, ahí está él riéndole las gracias. Es curioso,
conmigo es con la única que ejerce su poder. Con las demás, es un perrito
faldero. Quizás esa sea la cuestión; soy la única a la que puede fustigar. ¿Por
qué? Simplemente, porque es un niño mimado, acomplejado, emocionalmente
inestable, inseguro. Conmigo adquiere poder, se eleva de su fango y me arrastra
a mí con él. Ahora que nuestra relación, si es que la ha habido, está en punto
muerto lo sigue haciendo. Me ha utilizado. Nunca lo quise reconocer pero así
es. Jamás me quiso pero es una araña que me tiene atrapada en su tela. Me pegué
a ella hace veinte años y aún estoy prisionera esperando pasivamente a que me
termine de desmembrar. Es un juego peligroso que está mermando mi salud mental.
Mi locura va a más. Sí, es eso, estoy perdiendo el juicio porque es lo único
que puede justificar que siga soñando con él. En mi mundo onírico, me besa, me
pide perdón, me dice que me quiere. ¡Mi subconsciente me juega malas pasadas!
Luego, me despierto y me enfrento al mundo real. Ni me besa, ni me pide perdón,
ni me quiere. Aunque hubo un momento en el que estuvo a punto de besarme y sí,
yo pensé que me quería y sí, estuvo a punto de pedirme perdón, y no, no estaba
soñando. Mis ojos y los suyos se acariciaban, se hablaban, se reían. Nuestras
manos se buscaban fugazmente para sentir el tacto de nuestra piel. Huían
asustadas de lo que ese gesto les hacía sentir. Estoy segura que eso sucedió
antes que se contaminara nuestro oculto amor. Porque era amor. Sí, porque
entonces ¿qué motivo tenía para decirme que cuando dejáramos de vernos me tenía
que contar algo muy importante? Tu tema pendiente, como me gustaba decirle con
ironía y al que me aferraba como un náufrago a su salvavidas. Me imaginaba que
me descubría el amor que había sentido por mí. Fantasías de niña tonta. Porque
quizás, ese tema pendiente, sólo fuera
un hilo como el que le dio Ariadna a Teseo para ayudarle a salir de la cueva
donde se encontraba el Minotauro, aunque en mi caso era para fortalecerme en
ella. Un hilo que destruye y ciega aunque no como antes. Llevo un año sin pedirle perdón. En esta ocasión,
fue especialmente duro y despectivo. Es él quién me debe esas disculpas, aunque nunca lo hará. De eso estoy segura. Nos hemos introducido en un
laberinto que no tiene salida por mucho hilo que nos ate. Quizás sea que soy
más libre porque Jorge me está ayudando a ello. Me hace sentir una mujer
inteligente, valiosa y respetada. Soy feliz. ¿Entonces por qué estoy llorando?
Por la pérdida. Sí, esa es la razón. Además, si lo pienso detenidamente, ¿qué
futuro hubiera tenido con él? No tenemos nada en común. No le gusta leer, ni
viajar, ni visitar museos, ni vivir. Es un homo intrascendente que sólo busca acumular
dinero y fastidiar a los demás. Es un depredador. No debo quererle, no debo
quererle, no debo quererle. Ni siquiera como amigo. Siento que estoy
abandonando el laberinto porque la salida la siento cada vez más cerca. Su
poder sobre mí se está esfumando. No vale la pena llorar por él. Inés, seca las
lágrimas y sonríe. Tienes toda una vida por delante de felicidad.
MARTIN
Se cree que no le veo pero está llorando. Me gusta. Disfruto
con su dolor. Se lo tiene bien merecido. En los últimos años se ha ido
separando de mí y yo, acostumbrado a su devoción, no lo puedo permitir. ¡Cómo
me gusta hacerla sufrir! Y ahora más, cuando sé que estoy a punto de perderle.
Yo siempre he buscado a la gente por interés. Ahora mismo estoy riéndome con
Lourdes porque sé que eso a ella la está alterando. No la aguanta. La verdad es
que yo tampoco pero he de reconocer que los negocios, son los negocios. Me es
útil. Mírala, está escondiéndose detrás
de la pantalla para que no la vea. Todavía no sabe que no soy tan inocente como
ella. Soy el único que la sabe sacar de quicio. Acostumbrada a vivir con un
hombre que la maltrataba, ha sido fácil. Yo le doy ciertas dosis de cariño, de
ayuda y cuando la tengo atrapada en mi tela de araña… ¡zas!, la abandono y la
desprecio durante una temporada. Cuando me vuelvo a acercar mimoso y cándido
ella me recoge con los brazos abiertos. Siempre jugando con fuego pero me temo
que ya me estoy quemando y ella no quiere hacerlo conmigo. Porque si soy sincero, yo estuve enamorado de ella o lo
sigo estando. Un día, olvidándome de todo, estuve a punto de besarle, de abrazarla…y no
lo hice. Luego, cuando ya fue tarde y comenzó su relación con la pareja que
ahora tiene, la rabia me destrozó por dentro y se me ocurrió la idea de aferrarla
a mí de manera sibilina. Si yo le mencionaba que tenía algo pendiente que contarla
pero que no lo podía hacer hasta que dejara de verla…caería en la trampa.
Aunque, yo también me enredé en ella. Mis miedos no me han permitido ser feliz,
porque si desde el principio, le hubiera dicho que la quería ahora, quizás,
estaríamos juntos. Todo sería diferente. Su relación me descolocó, jamás pensé
que se iba a desprender de mí pero lo hizo, lo hace minuto a minuto. Luego,
entró mi vida otra mujer que fue mi salida a esa desilusión y entonces, sentí
que ella volvía a mí. Sentí su tristeza,
sus celos y la relación continuó con su bucle inicial. Mi último ataque ha sido
nefasto. Reconozco que la denigré, la desprecié como nunca antes lo había
hecho. Como siempre, pensé que era sólo cuestión de días, o, incluso meses, que no pudiera resistir mi silencio pero, me
temo que, la he subestimado. Un año ya ha pasado sin que me haya pedido perdón
porque, aunque ella no fuera la culpable de la situación elaborada
maquiavélicamente por mí, la quería hacer sentir culpable. Antes, no podía soportar
vivir sin mí, sin ese hilo que la tenía atrapada en mi maravillosa tela de
araña. Ante esta adversidad, estoy cambiando de estrategia y muy sutilmente, me
muestro interesado en algo que la preocupe para que baje la guardia
emocional pero no reacciona. Se está convirtiendo en una mujer libre gracias a
él. Esa es la razón por la que la hago llorar…para que me quiera. En una
ocasión me dijo que cuanto más enfadada
estaba conmigo más me necesitaba… ¡Siempre tan sincera! Ella nunca, nunca,
nunca lo sabrá pero tengo el corazón destrozado. A veces, la miro de soslayo y
siento aquella sonrisa tierna con la que yo soñaba. Ya no es para mí. Es para
él. He sido un estúpido. He perdido
tantas oportunidades…jamás dejaré de quererla pero eso sólo lo sabré yo…sobre
todo cuando sonríe, como lo está haciendo ahora. Inés…
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