martes, 7 de junio de 2016



MENTIRAS DE AMOR

INES


  Le observo desde la distancia. Tras la pantalla del ordenador me escondo para que no me vea llorar. ¿Qué nos ha pasado? ¿Y todavía me lo pregunto? Soy una estúpida. ¿Cómo he podido estar tan ciega durante todo este tiempo? ¿Por qué hablo en pasado? Ahí está él, sonriendo, pavoneándose y yo sufriendo como una masoquista. Porque sí, eso es lo que soy. Me gusta sufrir, que me vapuleen, que me desprecien y eso él lo hace muy bien. Se jacta de ser el único capaz de sacarme de quicio. Y, realmente, es así. De hecho, con su diabólico plan, es lo que está haciendo desde hace  más de un año. Busca compañías que él antes despreciaba y sabe que yo odio. Por ejemplo, la bruja esa con cara avinagrada que se cree por encima del bien y del mal. Una mujer mala. La miras a la cara y te intoxicas. Sin embargo, ahí está él riéndole las gracias. Es curioso, conmigo es con la única que ejerce su poder. Con las demás, es un perrito faldero. Quizás esa sea la cuestión; soy la única a la que puede fustigar. ¿Por qué? Simplemente, porque es un niño mimado, acomplejado, emocionalmente inestable, inseguro. Conmigo adquiere poder, se eleva de su fango y me arrastra a mí con él. Ahora que nuestra relación, si es que la ha habido, está en punto muerto lo sigue haciendo. Me ha utilizado. Nunca lo quise reconocer pero así es. Jamás me quiso pero es una araña que me tiene atrapada en su tela. Me pegué a ella hace veinte años y aún estoy prisionera esperando pasivamente a que me termine de desmembrar. Es un juego peligroso que está mermando mi salud mental. Mi locura va a más. Sí, es eso, estoy perdiendo el juicio porque es lo único que puede justificar que siga soñando con él. En mi mundo onírico, me besa, me pide perdón, me dice que me quiere. ¡Mi subconsciente me juega malas pasadas! Luego, me despierto y me enfrento al mundo real. Ni me besa, ni me pide perdón, ni me quiere. Aunque hubo un momento en el que estuvo a punto de besarme y sí, yo pensé que me quería y sí, estuvo a punto de pedirme perdón, y no, no estaba soñando. Mis ojos y los suyos se acariciaban, se hablaban, se reían. Nuestras manos se buscaban fugazmente para sentir el tacto de nuestra piel. Huían asustadas de lo que ese gesto les hacía sentir. Estoy segura que eso sucedió antes que se contaminara nuestro oculto amor. Porque era amor. Sí, porque entonces ¿qué motivo tenía para decirme que cuando dejáramos de vernos me tenía que contar algo muy importante? Tu tema pendiente, como me gustaba decirle con ironía y al que me aferraba como un náufrago a su salvavidas. Me imaginaba que me descubría el amor que había sentido por mí. Fantasías de niña tonta. Porque quizás, ese tema pendiente,  sólo fuera un hilo como el que le dio Ariadna a Teseo para ayudarle a salir de la cueva donde se encontraba el Minotauro, aunque en mi caso era para fortalecerme en ella. Un hilo que destruye y ciega aunque no como antes.  Llevo  un año sin pedirle perdón. En esta ocasión, fue especialmente duro y despectivo. Es él quién me debe esas disculpas, aunque nunca lo hará. De eso estoy segura. Nos hemos introducido en un laberinto que no tiene salida por mucho hilo que nos ate. Quizás sea que soy más libre porque Jorge me está ayudando a ello. Me hace sentir una mujer inteligente, valiosa y respetada. Soy feliz. ¿Entonces por qué estoy llorando? Por la pérdida. Sí, esa es la razón. Además, si lo pienso detenidamente, ¿qué futuro hubiera tenido con él? No tenemos nada en común. No le gusta leer, ni viajar, ni visitar museos, ni vivir. Es un homo intrascendente que sólo busca acumular dinero y fastidiar a los demás. Es un depredador. No debo quererle, no debo quererle, no debo quererle. Ni siquiera como amigo. Siento que estoy abandonando el laberinto porque la salida la siento cada vez más cerca. Su poder sobre mí se está esfumando. No vale la pena llorar por él. Inés, seca las lágrimas y sonríe. Tienes toda una vida por delante de felicidad.

MARTIN


  Se cree que no le veo pero está llorando. Me gusta. Disfruto con su dolor. Se lo tiene bien merecido. En los últimos años se ha ido separando de mí y yo, acostumbrado a su devoción, no lo puedo permitir. ¡Cómo me gusta hacerla sufrir! Y ahora más, cuando sé que estoy a punto de perderle. Yo siempre he buscado a la gente por interés. Ahora mismo estoy riéndome con Lourdes porque sé que eso a ella la está alterando. No la aguanta. La verdad es que yo tampoco pero he de reconocer que los negocios, son los negocios. Me es útil.  Mírala, está escondiéndose detrás de la pantalla para que no la vea. Todavía no sabe que no soy tan inocente como ella. Soy el único que la sabe sacar de quicio. Acostumbrada a vivir con un hombre que la maltrataba, ha sido fácil. Yo le doy ciertas dosis de cariño, de ayuda y cuando la tengo atrapada en mi tela de araña… ¡zas!, la abandono y la desprecio durante una temporada. Cuando me vuelvo a acercar mimoso y cándido ella me recoge con los brazos abiertos. Siempre jugando con fuego pero me temo que ya me estoy quemando y ella no quiere hacerlo conmigo. Porque si  soy sincero, yo estuve enamorado de ella o lo sigo estando. Un día, olvidándome de todo,  estuve a punto de besarle, de abrazarla…y no lo hice. Luego, cuando ya fue tarde y comenzó su relación con la pareja que ahora tiene, la rabia me destrozó por dentro y se me ocurrió la idea de aferrarla a mí de manera sibilina. Si yo le mencionaba que tenía algo pendiente que contarla pero que no lo podía hacer hasta que dejara de verla…caería en la trampa. Aunque, yo también me enredé en ella. Mis miedos no me han permitido ser feliz, porque si desde el principio, le hubiera dicho que la quería ahora, quizás, estaríamos juntos. Todo sería diferente. Su relación me descolocó, jamás pensé que se iba a desprender de mí pero lo hizo, lo hace minuto a minuto. Luego, entró mi vida otra mujer que fue mi salida a esa desilusión y entonces, sentí que ella volvía a mí.  Sentí su tristeza, sus celos y la relación continuó con su bucle inicial. Mi último ataque ha sido nefasto. Reconozco que la denigré, la desprecié como nunca antes lo había hecho. Como siempre, pensé que era sólo cuestión de días, o, incluso meses,  que no pudiera resistir mi silencio pero, me temo que, la he subestimado. Un año ya ha pasado sin que me haya pedido perdón porque, aunque ella no fuera la culpable de la situación elaborada maquiavélicamente por mí, la quería hacer sentir culpable. Antes, no podía soportar vivir sin mí, sin ese hilo que la tenía atrapada en mi maravillosa tela de araña. Ante esta adversidad, estoy cambiando de estrategia y muy sutilmente, me muestro interesado en algo que la preocupe para que baje la guardia emocional pero no reacciona. Se está convirtiendo en una mujer libre gracias a él. Esa es la razón por la que la hago llorar…para que me quiera. En una ocasión  me dijo que cuanto más enfadada estaba conmigo más me necesitaba… ¡Siempre tan sincera! Ella nunca, nunca, nunca lo sabrá pero tengo el corazón destrozado. A veces, la miro de soslayo y siento aquella sonrisa tierna con la que yo soñaba. Ya no es para mí. Es para él.  He sido un estúpido. He perdido tantas oportunidades…jamás dejaré de quererla pero eso sólo lo sabré yo…sobre todo cuando sonríe, como lo está haciendo ahora. Inés…

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