sábado, 4 de junio de 2016



EPÍSTOLAS DE SENTIMIENTOS


Carta de dolor


  Sé que esta carta no va a tener destinatario pero, sin embargo, va a volar gracias a las palabras. Ellas se ocuparán de transmitir el dolor que llevo dentro, de la desesperación que me consume, del miedo que constriñe mi soledad.
La lluvia no cesa y el golpeteo de las gotas en el cristal compone la tristeza que me desborda. ¡Me gustaría tanto hablar contigo! Pero no lo puedo hacer. Te has ido y no sé dónde estás. A veces, me pregunto si te acuerdas de mí. Supongo que no, porque de haber sido así, hubieras hecho lo indecible por gritarme desde tu escondite.
¿Sabes qué día es hoy? El de tu partida. No debería regodearme en la pérdida pero es lo único que me ata a la vida. Buscar explicaciones y pedirlas. En ambos casos, no obtengo respuestas. ¿Qué sucedió? ¿Qué detonante confundió nuestros sentidos? Nuestra unión, con algún que otro altibajo, funcionaba a la perfección. ¿Por qué entonces, todo estalló y nada volvió a ser igual? Las imágenes del pasado se han congelado en mi memoria. Quisiera volver a esa rutinaria estabilidad que me mantenía en equilibrio. Quisiera desandar el camino pero mis pasos se han perdido. No encuentran  la dirección correcta. Las lágrimas son la metáfora de mis desaciertos. Dibujo manchas negras en el papel, símbolo de la impotencia que me acorrala. Huelo el peligro y estallo en gritos para que sean escuchados por los demás. Sin embargo, no hay solución. Estoy loca. Sí, la razón, la cordura, me abandonó sin previo aviso y por más que la llamo no ha vuelto a mi lado.
Estoy sola en un mundo que no es el mío y por eso te escribo cartas sin sentido que nunca llegarán a ti.


Carta de amor
  
¿Por qué te escribo esta carta si estás a mi lado? ¿Por qué siento la necesidad de gritar sentimientos dibujados con tinta azul? ¿Por qué te beso con palabras? ¿Por qué te abrazo con historias que salen de mi interior? Porque paladeo el poder del amor de tus labios. Porque siento el poder de las caricias cuando susurran tus manos. Porque veo complicidad en la sonrisa de tus ojos. Porque eres mi amigo. Eres mi compañero. Porque somos dos. Porque el amor es un cohete que sube hasta el cielo y explota llenándolo todo de fantasía. Y, sobre todo, porque te quiero.





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