El miedo que me genera una página en blanco es tan agobiante que los dedos se convierten en mármol y el teclado en cincel. Fijo la mirada en la pantalla y pienso en lo difícil que es esculpir un texto. Nunca me acostumbraré a esta sensación de vértigo. Recorro el laberinto de palabras intentando encontrar una salida adecuada a los recovecos que mi mente elabora en mi interior lingüístico. Estoy abrumada por la madeja de pensamientos que no exteriorizo y necesito expulsar.
Las musas me han abandonado y la inspiración juega con los rayos de sol que se dejan ver tras las ventanas.
La página en blanco se ha vuelto sepia.
Las musas siempre vuelven, solo que a veces les gusta jugar al escondite ;-)
ResponderEliminarUn beso,
Teresa
El mismo miedo que genera un lienzo en blanco...
ResponderEliminarHay que ponerse ante él y mirarle hasta que se vuelva transparente.
Lleva su tiempo.