Demasiados asientos
vacíos para un vuelo low-cost…este era el mensaje que rezaba en todas las
maletas del caballero que estaba sentado a mi derecha.
Trabajo en el
aeropuerto y desde hacía un año ese hombre deambula durante todo el día
paseando, en un carro, su equipaje por toda la terminal. Por la noche se sienta
en uno de los bancos y duerme apoyando su cabeza en las pertenencias que le
acompañan.
En una ocasión, quise
entablar conversación con él. Quería ofrecerle mi ayuda. Él me miró con
mordacidad y gritó: ¡demasiados asientos vacíos para un vuelo low-cost! Asustada me alejé de su lado.
Hace poco observé que el
carro estaba abandonado en un rincón. Su dueño no estaba. Mientras elucubraba
qué habría sido de él, sentí que alguien me daba en el hombro. Me gire y la voz
de un hombre me preguntó susurrando: ¿demasiados asientos vacíos para un vuelo
low-cost?
Relato con el que participé en el concurso de micros de Getafe Negro.
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