viernes, 29 de noviembre de 2013

TU VOZ, MI VOZ



Ganador en el III Certamen de Relatos Cortos Semana de la Radio de Saldaña

¿Recuerdas cuando te conocí? ¡Claro que no! Era enero, era jueves, eran las siete de la tarde. Estuvimos enfrente el uno del otro durante dos horas. Nunca he sabido lo que dijiste. Tengo hilvanadas, en mi mente, sombras de detalles, gestos, sonrisas, pero, sobre todo, tu voz, ese timbre que se iba incrustando en mi oído e iba bajando por los recovecos de mi cuerpo hasta llegar al corazón.  En ese momento, te reconocí.  Tu voz había acompañado mis años adolescentes con la música que pinchabas en tu programa de radio.  Años después, te recuerdo contándome historias de sobremesa mientras ejercía de madre. Tu voz fue acompañando mi vida. De pronto, estabas delante de mí. Mirándome.  No eras sólo una voz.
Ese día fue el principio de mi fin.  El comienzo de mi obsesión por ti.  El inicio de un juego peligroso del que tú siempre resultabas ganador.
Paulatinamente, el  trabajo nos acercaba. Me mirabas, me sonreías, me cogías por la cintura, me acariciabas el pelo…cruzábamos miradas…y yo, ¡yo te admiraba tanto!
Las prácticas en la radio acabaron, mi tiempo de estar contigo también.  El último día te dejé un regalo encima de tu mesa con una nota que no quería decir nada pero quería decir todo. Mis sentimientos se plasmaban en palabras. El adiós se transformaba en palabras.  Tu voz... evocaba  palabras que tú no pronunciabas  pero que  yo escuchaba.
Los fines de semana  te busqué entre las ondas. Tu voz me llegaba llena de vida, de alegría. Me imaginaba tus gestos, tu sonrisa, tu mirada. ¡Qué cerca estaba de ti y qué lejos!
Una noche de madrugada sonó el teléfono. Al descolgar, una sorpresa me aguardaba. Tu voz se hizo presente.  Mi corazón palpitaba alborotado. Te dirigías a mí. Me susurrabas, me amabas.  Tus palabras traspasaban el hilo telefónico y comenzaban a acariciarme, besarme, excitarme. Escuchaba tus jadeos, tu placer y yo me moría por dentro.  Eras tú.
El sexo de tu voz se fue metiendo muy dentro de mí.  Me sentía dichosamente poseída. Nunca me abrazaste, sólo lo hizo tu voz. Nunca me besaste, sólo  lo hizo tú voz. Nunca me acariciaste, sólo lo hizo tu voz.
Alguna vez nos vimos frente a frente, por casualidad, y en ese momento fingías distancia. Ante los demás, actuabas, mentías, no recordabas  mi nombre. Sin embargo, por la noche, cuando la madrugada se llenaba de ti me acurrucabas entre palabras y buscabas  mis labios entre susurros quedos.
Una noche tu voz no vino a mí. A ésta la siguieron muchas más. Mi angustia aumentaba, desfallecía y cuando llegaba el fin de semana y te oía a través de la radio, mi cuerpo temblaba. Me hacías falta. Te habías convertido en mi  droga. El deseo me estaba apartando de la realidad. Me consumía tu ausencia nocturna.
Compulsivamente, marcaba tu teléfono todas las noches. No obtenía respuesta. Te habías evaporado. No. Tu voz se había cansado de mí.  Me estaba volviendo loca.  Me movía como una muerta entre los vivos.  Me escondía para verte de lejos y me acercaba discretamente para escucharte.  El sonido que salía de ti me fortalecía durante unos días pero, luego, de nuevo, la confusión, el desfallecimiento…
Así fueron transcurriendo los meses hasta que llegó el 6 de Enero. Era sábado. Mi regalo de reyes ibas a ser tú. Te iba a escuchar.  Lo único que pedía día tras día era una llamada tuya, un guiño tuyo a través de las ondas. Mi imaginación creía saber  cuándo  te dirigías a mí.  Nerviosa, puse la radio. Eran las diez de la mañana y tu voz no estaba. ¿Qué pasaba? Golpeaba la radio, salían voces pero no eran la tuya.  Mi único deseo para ese día y no lo tenía. Tiré el aparato al suelo, lo pisoteé. Me movía  compulsivamente, volvía a enchufar otro receptor, el volumen al máximo y  tú no estabas.  En un instante,  todas las radios, estaban encendidas y una tras otra iban siendo  desmadejadas para buscar entre los cables la voz que los Reyes Magos me habían usurpado... Un timbre en mi oído…¡Alguien venía!...mis padres, mis  hermanos, todos allí con cara de circunstancias… ¡estúpidos!,¡ alejaos!, ¡yo sólo deseaba escuchar tu voz! . Mi corazón se estaba precipitando hacía el abismo. Regalos, sonrisas, paquetes, preguntas, exclamaciones y yo, exhausta, esperándote… ¡Ahí está! Grité…Tu voz…tu voz…tu voz…mi hermana me hablaba, mi cuñado comentaba, mi padre gesticulaba… ¡malditos! Mo me dejan que disfrute del único regalo que me importaba…Chillaba…comencé a echar espuma por la boca, me restregaba por el suelo con convulsiones de fiera salvaje, brazos que me recogen, lágrimas y a lo lejos, la canción de Guantanamera, aquella que tantas noches me susurrabas teniendo al auricular como testigo.  Tu voz entrecortada…porque ya nunca habrá cobertura; noria que sube y baja, silencio, calmantes…
Llega la noche y la oscuridad. Sonámbula me levanto de la cama y marco el número de tu teléfono. Te dejo un mensaje lleno de amor. No hay respuesta. Lloro .Un abismo oscuro se apodera de mí. Tardé mucho en salir de él.

Después de tanto tiempo, no he querido saber de ti. No debo. No quiero. Sin embargo, sé que estás bien, que recoges premios, que sales en televisión…Pero ¿tu voz, qué ha sido de ella? Quizás está resguarda en un silencio que atrapa y encarcela o puede que vuele libre buscando amar, desear, susurrar. De lo que estoy segura es que yo nunca la podré volver a escuchar porque mi corazón volverá a temblar, a sufrir, a penar.

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