Ganador en el III Certamen de Relatos Cortos Semana de la Radio de Saldaña
¿Recuerdas
cuando te conocí? ¡Claro que no! Era enero, era jueves, eran las siete de la
tarde. Estuvimos enfrente el uno del otro durante dos horas. Nunca he sabido lo
que dijiste. Tengo hilvanadas, en mi mente, sombras de detalles, gestos,
sonrisas, pero, sobre todo, tu voz, ese timbre que se iba incrustando en mi
oído e iba bajando por los recovecos de mi cuerpo hasta llegar al corazón. En ese momento, te reconocí. Tu voz había acompañado mis años adolescentes
con la música que pinchabas en tu programa de radio. Años después, te recuerdo contándome
historias de sobremesa mientras ejercía de madre. Tu voz fue acompañando mi
vida. De pronto, estabas delante de mí. Mirándome. No eras sólo una voz.
Ese
día fue el principio de mi fin. El comienzo
de mi obsesión por ti. El inicio de un
juego peligroso del que tú siempre resultabas ganador.
Paulatinamente,
el trabajo nos acercaba. Me mirabas, me
sonreías, me cogías por la cintura, me acariciabas el pelo…cruzábamos miradas…y
yo, ¡yo te admiraba tanto!
Las
prácticas en la radio acabaron, mi tiempo de estar contigo también. El último día te dejé un regalo encima de tu
mesa con una nota que no quería decir nada pero quería decir todo. Mis
sentimientos se plasmaban en palabras. El adiós se transformaba en
palabras. Tu voz... evocaba palabras que tú no pronunciabas pero que yo escuchaba.
Los
fines de semana te busqué entre las
ondas. Tu voz me llegaba llena de vida, de alegría. Me imaginaba tus gestos, tu
sonrisa, tu mirada. ¡Qué cerca estaba de ti y qué lejos!
Una
noche de madrugada sonó el teléfono. Al descolgar, una sorpresa me aguardaba.
Tu voz se hizo presente. Mi corazón
palpitaba alborotado. Te dirigías a mí. Me susurrabas, me amabas. Tus palabras traspasaban el hilo telefónico y
comenzaban a acariciarme, besarme, excitarme. Escuchaba tus jadeos, tu placer y
yo me moría por dentro. Eras tú.
El
sexo de tu voz se fue metiendo muy dentro de mí. Me sentía dichosamente poseída. Nunca me
abrazaste, sólo lo hizo tu voz. Nunca me besaste, sólo lo hizo tú voz. Nunca me acariciaste, sólo lo
hizo tu voz.
Alguna
vez nos vimos frente a frente, por casualidad, y en ese momento fingías
distancia. Ante los demás, actuabas, mentías, no recordabas mi nombre. Sin embargo, por la noche, cuando
la madrugada se llenaba de ti me acurrucabas entre palabras y buscabas mis labios entre susurros quedos.
Una
noche tu voz no vino a mí. A ésta la siguieron muchas más. Mi angustia
aumentaba, desfallecía y cuando llegaba el fin de semana y te oía a través de
la radio, mi cuerpo temblaba. Me hacías falta. Te habías convertido en mi droga. El deseo me estaba apartando de la
realidad. Me consumía tu ausencia nocturna.
Compulsivamente,
marcaba tu teléfono todas las noches. No obtenía respuesta. Te habías
evaporado. No. Tu voz se había cansado de mí.
Me estaba volviendo loca. Me
movía como una muerta entre los vivos.
Me escondía para verte de lejos y me acercaba discretamente para
escucharte. El sonido que salía de ti me
fortalecía durante unos días pero, luego, de nuevo, la confusión, el
desfallecimiento…
Así
fueron transcurriendo los meses hasta que llegó el 6 de Enero. Era sábado. Mi
regalo de reyes ibas a ser tú. Te iba a escuchar. Lo único que pedía día tras día era una
llamada tuya, un guiño tuyo a través de las ondas. Mi imaginación creía saber cuándo
te dirigías a mí. Nerviosa, puse
la radio. Eran las diez de la mañana y tu voz no estaba. ¿Qué pasaba? Golpeaba
la radio, salían voces pero no eran la tuya.
Mi único deseo para ese día y no lo tenía. Tiré el aparato al suelo, lo
pisoteé. Me movía compulsivamente,
volvía a enchufar otro receptor, el volumen al máximo y tú no estabas. En un instante, todas las radios, estaban encendidas y una tras
otra iban siendo desmadejadas para
buscar entre los cables la voz que los Reyes Magos me habían usurpado... Un
timbre en mi oído…¡Alguien venía!...mis padres, mis hermanos, todos allí con cara de
circunstancias… ¡estúpidos!,¡ alejaos!, ¡yo sólo deseaba escuchar tu voz! . Mi
corazón se estaba precipitando hacía el abismo. Regalos, sonrisas, paquetes,
preguntas, exclamaciones y yo, exhausta, esperándote… ¡Ahí está! Grité…Tu
voz…tu voz…tu voz…mi hermana me hablaba, mi cuñado comentaba, mi padre
gesticulaba… ¡malditos! Mo me dejan que disfrute del único regalo que me
importaba…Chillaba…comencé a echar espuma por la boca, me restregaba por el
suelo con convulsiones de fiera salvaje, brazos que me recogen, lágrimas y a lo
lejos, la canción de Guantanamera, aquella que tantas noches me susurrabas
teniendo al auricular como testigo. Tu
voz entrecortada…porque ya nunca habrá cobertura; noria que sube y baja,
silencio, calmantes…
Llega
la noche y la oscuridad. Sonámbula me levanto de la cama y marco el número de
tu teléfono. Te dejo un mensaje lleno de amor. No hay respuesta. Lloro .Un
abismo oscuro se apodera de mí. Tardé mucho en salir de él.
Después
de tanto tiempo, no he querido saber de ti. No debo. No quiero. Sin embargo, sé
que estás bien, que recoges premios, que sales en televisión…Pero ¿tu voz, qué
ha sido de ella? Quizás está resguarda en un silencio que atrapa y encarcela o
puede que vuele libre buscando amar, desear, susurrar. De lo que estoy segura
es que yo nunca la podré volver a escuchar porque mi corazón volverá a temblar,
a sufrir, a penar.
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