viernes, 29 de noviembre de 2013

MENSAJE ANÓNIMO




“Me aterraba, sobre todo, su absoluta soledad”...

Interrumpió la lectura el escuchar el timbre de la puerta. Tras la mirilla no vio a nadie. Pesé a todo, su curiosidad pudo más que el temor y abrió. El descansillo de la escalera estaba vacío. Cuando se disponía  a cerrar observó que había algo en suelo sobre el felpudo. Era un sobre. Lo rasgó y cinco palabras escritas en mayúsculas le alarmaron: MAÑANA, CUANDO SALGAS, TÚ MORIRÁS.
Se estremeció. Desde luego era una broma de mal gusto. Movió la cabeza quitando importancia al asunto y decidió volver al sofá a seguir leyendo. No pudo hacerlo. No se concentraba. Un miedo estúpido se apoderó de ella. Los nervios estaban atrapando su cuerpo y el resto de la tarde dominical la paso temblando y dando vueltas a ese mensaje anónimo. Temblaba. Se tomó un vaso de leche y una valeriana y se fue a la cama Estuvo toda la noche dando vueltas en la cama. Apenas pudo dormir; los pequeños momentos en los que el sopor se apoderó de ella, soñaba con un hombre que la acuchillaba a la salida del portal. Se despertaba gritando…, se despejaba, se adormecía, volvía a despertarse presa del pánico. Horas y horas  girando en un bucle onírico del que no podía salir.
Al llegar el día, la tensión fue en aumento. Temía salir de casa pero no le quedaba otra alternativa; tenía que trabajar. Cogió el ascensor y el reflejo le devolvía un rostro ojeroso y crispado. Apenas podía respirar.
Caminó unos pocos pasos por la acera. Miró a un lado y a otro. Nada pasó y exhaló un suspiro de alivio. ¡Qué boba había sido! Pero… ¿cómo es posible que me haya tomado tan en serio algo por el estilo?, se preguntaba sonriendo mientras se dirigía a la parada del autobús.
Desconocía que él siempre le estaría vigilando. El próximo domingo volvería a enviarla otro sobre con cinco palabras que le paralizaran, le asustaran…Sí, así hasta volverla loca o matarla. No le dejaría escapar.


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