“Me aterraba, sobre
todo, su absoluta soledad”...
Interrumpió la lectura
el escuchar el timbre de la puerta. Tras la mirilla no vio a nadie. Pesé a
todo, su curiosidad pudo más que el temor y abrió. El descansillo de la
escalera estaba vacío. Cuando se disponía a cerrar observó que
había algo en suelo sobre el felpudo. Era un sobre. Lo rasgó y cinco palabras
escritas en mayúsculas le alarmaron: MAÑANA, CUANDO SALGAS, TÚ MORIRÁS.
Se estremeció. Desde
luego era una broma de mal gusto. Movió la cabeza quitando importancia al
asunto y decidió volver al sofá a seguir leyendo. No pudo hacerlo. No se
concentraba. Un miedo estúpido se apoderó de ella. Los nervios estaban
atrapando su cuerpo y el resto de la tarde dominical la paso temblando y dando
vueltas a ese mensaje anónimo. Temblaba. Se tomó un vaso de leche y una
valeriana y se fue a la cama Estuvo toda la noche dando vueltas en la cama.
Apenas pudo dormir; los pequeños momentos en los que el sopor se apoderó de ella,
soñaba con un hombre que la acuchillaba a la salida del portal. Se despertaba
gritando…, se despejaba, se adormecía, volvía a despertarse presa del pánico.
Horas y horas girando en un bucle onírico del que no podía salir.
Al llegar el día, la
tensión fue en aumento. Temía salir de casa pero no le quedaba otra
alternativa; tenía que trabajar. Cogió el ascensor y el reflejo le devolvía un
rostro ojeroso y crispado. Apenas podía respirar.
Caminó unos pocos pasos
por la acera. Miró a un lado y a otro. Nada pasó y exhaló un suspiro de alivio.
¡Qué boba había sido! Pero… ¿cómo es posible que me haya tomado tan en serio
algo por el estilo?, se preguntaba sonriendo mientras se dirigía a la parada
del autobús.
Desconocía que él
siempre le estaría vigilando. El próximo domingo volvería a enviarla otro sobre
con cinco palabras que le paralizaran, le asustaran…Sí, así hasta volverla loca
o matarla. No le dejaría escapar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario